Según el barómetro de CIS, el reparto de tareas domésticas ocasiona un 20% de las discusiones de pareja. Aquí los amigos sociólogos se han quedado calvos, no hacía falta 2.500 encuestas para descubrirlo. Entre mis amigas, salvo rarísimas excepciones, viene siendo motivo de pelotera habitual, incluso se convierte en ranking de oprobios masculinos: «¿Que tu marido plancha? Y ¿dónde le conociste, cómo lo has hecho?» Rara avis, debe ser, porque yo conozco alguno que ha inventado métodos alternativos como doblar primorosamente la ropa y sentarse encima a ver la tele para que quede presentable, con tal de no agarrar ese pequeño electrodoméstico que al parecer precisa un máster para su correcto manejo y ropa ignífuga para evitar quemaduras.
Cada vez hay más hombres que se ocupan de la cocina sin embargo, debe ser por aquello de que por el estómago llegan antes a su propio corazoncito, y además la sobresaturación de cocineros estrella les ha demostrado que un tío puede enfrentarse a los fogones con éxito, sin que sufra menoscabo su virilidad. Algunos no pasan de la socorrida pasta, pero otros son capaces de currarse hasta el roscón de Reyes con nota. Bien por ellos.
El problema es que si cocinan, ya han cumplido. No tengo vistos a muchos que manejen con igual naturalidad la aspiradora, el plumero, el arsenal químico necesario para desinfectar el cuarto de baño o tengan pericia para dejar los cristales invisibles, como si no estuvieran ahí. Ese es el quid de la cuestión: no comparten, ayudan. Te hacen un gran favor si te echan una mano y pasan un día el polvo, y encima alardean de que en casa cocinan ellos. Nos quedan años luz, me temo, para que se co-responsabilicen de las infinitas tareas domésticas. Y claro, eso joroba. Tú llegas a casa de currar y según te quitas los tacones te lanzas a la lavadora, que sabes que si no lo haces no hay ropa limpia mañana: a la que te lavas los dientes, agarras el estropajo y quitas los restos de pasta dentífrica del lavabo; en lo que te sientas a cenar ves, al trasluz, la capa blanquecina que recubre los muebles; por el camino, has archivado las facturas que había sobre la mesa del comedor, y has colocado los sofás del salón que tus hijos han dejado manga por hombro después de una sesión sangrienta de Call of Duty.
Aunque he de reconocer que también encuentro, cada vez más, chicas jóvenes que tienen el mismo desinterés y miopía total para fijarse en que tienen la casa llena de pelusas. Chavalas de veintitantos que viven solas y tienen la casa hecha una auténtica leonera, la nevera vacía y como mucho, precocinados en la despensa. ¡Y están tan tranquilas! Eso es igualdad y lo demás tonterías. En realidad me dan envidia, mi madre debió incrustarme en las meninges un detector de polvo y el sentimiento de desazón cuando ves la habitación llena de ropa tirada y la cama sin hacer, lo que le habían enseñado a ella en tiempos de la Sección Femenina.
La verdad es que siempre he sido de las que piensan que en el término medio está la virtud… Quizá el 11% de encuestados que tienen ayuda externa en casa discutan menos. Interponga una asistenta en su pareja si quiere salvar su relación.
Anécdotas aparte, el resto de encuesta-cis-marzo14 no son mucho más alentadores: el 44% de los encuestados opina que la situación económica en España es muy mala, y el 46% que está igual que el año pasado. Lo peor, la falta de esperanza: el 45% cree que el año que viene será igual. Para más del 82% el principal problema es el paro, pero para un 41% lo es la corrupción. Y nosotros peleándonos por un quítame allá esas pelusas…
About Maria Tello
Periodista con más de 20 años de experiencia en información política y local de Madrid. Apasionada de la lectura y la historia.