Tristemente, vivimos en un país que apuesta por la improvisación en todos los ámbitos. Que hay que aguardar a tomar medidas drásticas hasta que ocurre algo grave. En ese momento, todos nos llevamos las manos a la cabeza. ¡Se veía venir! Frase de marras. Luego, llegan los repetitivos comunicados o las recurrentes e inútiles comisiones para abordar la cuestión de turno. Una buena forma de marear la perdiz. Una solución para salir del paso. Un canto al sol. Parche de sus distinguidas señorías.
El fútbol tiene un problema peliagudo. Desde hace mucho tiempo. La presencia de los grupos ultras. Una moda importada en su día que trajo un aire de frescura en lo referente a la animación y la exaltación por el amor a unos colores. Hasta ahí, todo bien. Luego, la cosa se desmadró. Personajes, tipejos que se escudan en el fútbol, que seguramente no les gusta, pero que amparados en él, les da margen de maniobra para hacer lo que más les gusta: mostrar su violencia. Esa imagen de que son ellos los que más sienten los colores de su equipo, que son el alma o corazón en las gradas, es toda una cortina de humo. Las nuevas generaciones en forma de aficionados deben huir de ellos. No son ningún espejo en el que mirarse.
Un movimiento, el ultra, auspiciado por los clubes. Sus dirigentes deben quitarse la careta. Siguen siendo permisivos. Por conveniencia. Por miedo. Gozaron y gozan de privilegios: facilitación de entradas, financiación en desplazamientos o con cesión de espacios naturales (cuartos para guardar pancartas u otros objetos) en el estadio. El Barcelona y Real Madrid han tomado medidas para erradicar a los violentos. Ahora es el turno de los demás. No se debe esperar ni un minuto.
El fútbol español está de luto. En Madrid. Un domingo por la mañana. Tres horas antes de un partido. Con presencia masiva de niños. Un aficionado del Deportivo, fallecido. Un ultra. De 43 años que dejó viuda y a un niño huérfano de cuatro años y a una hija de 19. En los aledaños del Vicente Calderón. En una reyerta a primera hora del domingo en la que se vieron involucrados hinchas radicales del Atlético, Deportivo, Rayo Vallecano y Alcorcón. Uno no entiende que haya quien se cite para pegarse por defender sus ideas políticas, sus gustos musicales o por sus colores deportivos. Y mucho menos que una persona ya madura, con hijos, se meta en un berenjenal de estos. Participar en una pelea en la que se vieron implicados cuatro grupos, aunque lo más lógico es llamarles bandas, que habían quedado para pegarse. Una quedada a través de las redes sociales. Inconcebible que en estos tiempos, de las tecnologías, de la inmediatez no se hubiese detectado la cita. Tampoco se entiende que conocida la animadversión entre los dos grupos radicales no se hubiese declarado el partido de alto riesgo.
Tras conocerse los hechos, a la cabeza nos vino a todos la muerte de Aitor Zabaleta, seguidor de la Real Sociedad, que fue apuñalado en 1998 en las mismas puertas del estadio colchonero, por un ultra del Atlético por defender a un niño de seis años. Nada que ver su muerte con la de Francisco Romero Taboada, al participar éste en una pelea concertada y al que le rescató del río Manzanares, donde presuntamente, fue empujado por su agresor o agresores con parada cardiorrespiratoria tras sufrir un traumatismo cranoencefálico e hipotermia.
Con el seguidor del Deportivo, clínicamente muerto, el Atlético-Deportivo se disputó. Muchos creemos que quizás debió suspenderse. Hubo margen de sobra para hacerlo. Los responsables del circo del fútbol se pasaron la pelota y la responsabilidad. La policía aconsejó que lo conveniente fuera que se disputase. Con una atmósfera de tristeza. Cada cántico de los radicales colchoneros fue respondido por el resto del estadio con pitos. Luego, conocida ya la muerte del seguidor deportivista, aunque su condición fuera de ultra, no se decidió que se suspendieran los partidos de la tarde, como, que nadie de la RFEF o de la LFP ordenase que se guardase un minuto de silencio y se leyese un insulso comunicado y se diese el frío pésame. La Directiva local de cada partido fue en última instancia la que determinó si se guardaba o no.
El fútbol es sinónimo de espectáculo, de fiesta. No de fanatismo o violencia. La suspensión de la jornada habría sido una nueva manera para hacer recapacitar a aficionados, directivos y periodistas. Todos debemos remar en la misma dirección. Debemos echar a esta gentuza del fútbol. Todos tenemos una cuota de responsabilidad y culpabilidad. Los aficionados deben diferenciar la identidad por un escudo con el fanatismo. Y restarle trascendencia. Ante todo es deporte. Ocio. Entretenimiento. Hay aspectos de la vida más importantes que el que la pelotita entre o no.
Los directivos, que no les tiemble el pulso y echar a los violentos. Sobran. Restan más que suman. Escuchando a los máximos responsables del Atlético y Deportivo, mucha tibieza. Declaraciones para salir del paso. Lavado de manos. Esperando acontecimientos. Trasladándolo a los políticos, el mismo discurso que hacen estos cuando hablan de que se debe acabar con el paro o la corrupción.
Ahora, Atlético, Deportivo, Rayo y Alcorcón deben dar el primer paso. Tolerancia 0. Hay 24 detenidos y 1oo identificados en los hechos acaecidos en los aledaños del Vicente Calderón donde resultaron 11 heridos leves. Sean o no culpables de la muerte del ultra, estos sujetos, sean o no socios de Atlético, Rayo o Alcorcón, no deben volver a pisar nunca más ni el Calderón, Vallecas ni Santo Domingo ni ningún otro estadio. Yo iría a más. A ningún espectáculo. Y lo mismo con de los del Deportivo. En el caso del Atlético, que sus dirigentes tomen nota. Luego, por la tarde, más madera. Seis encapuchados se personaron en un bar en un barrio de La Coruña, sede de la única peña del Atlético en esta ciudad, donde hirieron de manera leve a dos simpatizantes rojiblancos. Y en el Sevilla-Granada, el grupo radical hispalense propagó gritos en contra del Atlético por culpa de un grupo reducido.
Los periodistas también tenemos que recapacitar. No es normal por un afán de protagonismo recalcitrante que hace a más de uno ponerse descaradamente la camiseta del equipo de sus amores en tertulias o debates (en especial en los televisivos donde mandan las audiencias) con salidas de tono y comentarios gratuitos que encienden los ánimos de los televidentes, potenciales seguidores de clubes y que pueden incitar e invitar a la animadversión al otro equipo, y a la larga, a la violencia.
Esta vez, no se creó ninguna comisión. Se ha ultimado una reunión de urgencia para abordar la cuestión con todos los clubes. Esperemos que no sea en balde. Que todos se mojen. Que todos los representantes de los equipos hagan piña. Sean solo uno. No se juegan los tres puntos de rigor. Deben aunar esfuerzos para ganar este partido: echar a esa gentuza que ensucia ese deporte tan maravilloso como es el fútbol.
About Francisco J. Molina Quirós
Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.
Cuanta razón tienes, hay que atajarlo de raíz este problema. Cuando ocurrió la muerte de Aitor Zabala se tenían que haber tomado medidas, no me vale decir, que pena la muerte del seguidor, NO. Los clubes no den trato de favor a esos energúmenos, porque les guste el fútbol o no, se siente con poder y eso es lo que quieren estos descerebrados, para imponer sus ideas a base de intimidar, se acabó el mirar para otro lado, hay que actuar ahora y en caliente que luego se olvida hasta la próxima vez que ocurra otra desgracia.