La exposición de ‘Las Furias’ tiene, ya en su origen, un marcado carácter simbólico, ya que se crearon a instancias de María de Hungría en 1548, quien encargó a Tiziano cuatro cuadros con este motivo. Tivio, Tántalo, Sísifo e Ixión serían así caracterizados como los príncipes alemanes de la Liga de Smarkanda que se habían alzado contra Carlos V, recientemente derrotados en Mülhberg.
De esta forma se perseguía, recurriendo a la cultura griega tan en boga desde hacía un siglo, identificar mitos asociados al castigo eterno con la traición y la infidelidad. No dejaba de ser propaganda intencionada, ya que los crímenes originales de estos cuatro personajes eran los más aberrantes que la sociedad griega podía concebir, y lo que se perseguía era que los súbditos germanos de Carlos V asociaran la traición y la infidelidad como crímenes máximos.
A la vista de las pinturas de la exposición cabe destacar que, en la época, el público objetivo de tal mensaje era un público culto, las élites germanas, puesto que lo más probable era que el pueblo llano no pudiese entender tan terrible asociación
La primera reflexión que acude a la mente del historiador es que el terror que quiere inspirar la monarquía en Alemania es fruto de la divergencia de dos corrientes. Por un lado, las monarquías cada vez más absolutistas; y por el otro, las corrientes más electorales como la ejemplificada en el Imperio. La monarquía se siente legitimada por diez siglos de teología y teoría política medieval que amparan y sustentan su poder ilimitado ideológica y mentalmente; mientras que el humanismo y el debate político surgido a raíz de, entre otras cosas, la difusión de la imprenta, instan a nuevas formas de gobierno que contenten a todas las partes.
Importante fue la imprenta también en la rápida y efectiva expansión de las ideas luteranas entre las gentes del Imperio; muchos de cuyos dirigentes, que pudieron en primer lugar leerlas de forma directa y en segundo, adaptarlas a sus intereses; abrazaron con tanto énfasis.
De esta forma tenemos una herramienta causal, la imprenta, que genera un instrumento consecuente, el desarrollo metafórico de ‘Las Furias’. De una a otro se llega por dos vías, la de la religión y la de la política: ambas indispensables para entender el momento original que dio pie a nuestra contemporánea exposición.
Por otra parte, y escapando a las llamadas de la historia social y política para centrarse en el arte y la cultura, llama la atención lo terrorífico de las composiciones. Para el visitante contemporáneo puede resultar sorprendente, pero no lo era tanto en su momento dado que lo escatológico formaba parte de la vida como simple confirmación de esta: la vida se afirmaba por la cotidianidad de la muerte. Y esto era imprescindible mostrarlo.
Por ello, la representación habilidosa de un maestro en una obra de temática claramente desagradable podía no sólo resultar útil a nivel filosófico para afirmar la vitalidad, sino incluso atractiva en la mentalidad artística contemporánea. Estética del horror.
En la mentalidad del que escribe estas líneas se halla de manera irremediable la historia como explicación de lo palpable, pero cabría hacerse una última pregunta sobre el valor artístico y contemporáneo que hoy en día puede tener esta exposición: ¿tienen las representaciones terroríficas repercusión hoy día? Si es así – mis disculpas por mentir acerca de lo que sería una única pregunta final –, ¿es debido a que apreciamos esta estética o mensaje, o a lo cotidiano del terror en nuestras mediatizadas vidas?
Las Furias. De Tiziano a Ribera
Hasta el 4 de mayo, Edificio Jerónimos. Salas A y B.
Museo Nacional del Prado
Alberto Hoces
Cursando último año de Historia en la UCM