Es curioso, pero no encuentro que se haya formulado esta sencilla y prístina pregunta en ningún medio de comunicación, después del reciente triunfo del candidato de Álvaro Uribe, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Colombia. Sí, en efecto, ¿qué pasaría si hoy mismo o en los próximos días la Fiscalía solicita, ante un juez de la República, que se profiera una orden de captura contra el candidato que obtuvo la mayor votación? Por inaudito que parezca es muy posible que esto ocurra en cualquier momento. El hecho de que los grandes medios noticiosos no se hayan formulado esta pregunta, no significa que el problema ha dejado de existir, y si todavía queda en Colombia algo de pureza o de transparencia en el sistema judicial, el alter ego de Uribe debe ir a la cárcel muy pronto. Tampoco podría decir nadie ahora que la votación que acaba de obtener el citado candidato, lo exonera de cualquier culpa o le confiere algún tipo de inmunidad ante la Ley.
Para quienes no estén enterados del caso Zuluaga, se los resumo en dos o tres líneas: el actual candidato del uribismo, muñeco ventrilocuoar de Uribe, fue pillado en flagrancia por un hacker español que hackeó a otro hacker colombiano que había sido contratado por la campaña Zuluaga-uribista para hackear al gobierno de Juan Manuel Santos, a la guerrilla, a las Fuerzas Armadas, a reconocidos periodistas y a quien les hiciera falta espiar. Esto sucedió casi una semana antes de las elecciones del pasado domingo 25 de mayo. Los colombianos vimos asombrados (que no “escandalizados”, porque muchos de mis compatriotas no conocen ese sentimiento), cómo la influyente revista Semana ponía en su portal en Internet un vídeo en el que se veía al candidato-marioneta de Uribe asistir a una reunión con un espía informático, quien le entregaba en ese momento un informe sobre los datos que había logrado robar. Con un “Queda un mes para dar un golpe, hermano»”, el zorro Zuluaga (así se identifica sin ningún empacho ante los electores, con la famosa Z del personaje de ficción), remataba su sesión conspirativa con el hacker.
El Zorro, como todos sabemos, es un personaje de ficción que vive al margen de la Ley y se toma la justicia por su propia mano, y cuya identidad todos conocemos, menos las autoridades, porque se esconde tras una máscara para protagonizar sus aventuras. Haciendo honor a esos rasgos característicos del Zorro, el ‘zorro’ Zuluaga ha pasado por encima de la Ley para servirse del espionaje digital, y todo apunta a que una gran masa de compatriotas ha decidido ser cómplice de sus fechorías.
Yo vi aquel vídeo en el ordenador de mi casa, en el Reino Unido. Lo vieron también en Francia, en Holanda, en Italia, en Alemania, en Australia, y en todos los países donde los colombianos nos hemos refugiado para tratar de salvar el pellejo y algo de la dignidad que nos queda después de los dos gobiernos de maneras mafiosas de Álvaro Uribe. Y a fe mía, y aunque parezca imposible, puedo asegurar que todos los que votaron por Zuluaga vieron el vídeo.
Luego sucedió lo que se puede esperar del Zorro: Zuluaga no dijo que no era él, sino que no le parecía que fuera él quien aparecía en el vídeo. Ojo con los matices, señoras y señores, porque es fama que los naturales de aquellas tierras que sufro por patria amamos tanto la lengua de Cervantes, que podemos matar por una coma mal puesta. Repito, dijo que le parecía que no era él, y con esa filigrana verbal salió airoso del juicio de la opinión pública. Todos los que le votaron entendieron el matiz y lo han intentado exonerar de una vez y para siempre con 3.759.971 votos, que más que de confianza, son, a todas luces, de complicidad.
Pero, no, la cosa no es tan simple. El hacker con el que habla Zuluaga ya está preso, y el hacker español que grabó el vídeo difundido, tiene la condición de testigo protegido de la Fiscalía. Sólo falta que manden a la cárcel al otro conspirador que estaba en esa reunión en la que se cometieron delitos: el Zorro, que estaba vestido de civil ese día y que ahora tiene la duda de que sea él, de la misma manera que los demás colombianos dudamos de que el candidato sea Zuluaga y no Uribe, o viceversa. ¡Dios, llamen a Borges para que nos explique este retorcido juego de identidades y espejos delincuenciales!
Bueno, pero no puedo terminar la pregunta que preside estas breves reflexiones, sin intentar dar una respuesta. Según el artículo 190 de la Constitución Nacional de Colombia, “en caso de muerte o incapacidad física permanente de alguno de los dos candidatos con mayoría de votos, su partido o movimiento político podrá inscribir un nuevo candidato para la segunda vuelta. Si no lo hace o si la falta obedece a otra causa, lo reemplazará quien hubiese obtenido la tercera votación; y así en forma sucesiva y en orden descendente”. ¿Lo captamos? Como en este caso, la falta de uno de los candidatos obedecería a la comisión de un delito, sería la tercera candidata, doña Marta Lucía Ramírez, política conservadora, exministra de Uribe (es decir, Uribe encarnado en otra de sus sinuosas identidades), quien mida sus armas contra el presidente-candidato, Santos. ¡Maldita sea! La candidata de la izquierda, Clara López, hubiera podido ser quien disputara la segunda vuelta contra Santos, sino hubiera obtenido 37 mil miserables votos menos que Ramírez. Hay que ver la suerte que tienen los zorros y las zorras.
Pedro Sarmiento Sandoval.
Periodista e investigador literario nacido en Colombia, pero hace muchos años practico una especie de “nomadismo cultural”. Por ahora resido en el Reino Unido, mañana quién sabe. Tengo un doctorado en literatura española e hispanoamericana de la Universidad de Salamanca