Una de las propuestas de campaña de Barcelona en Comú fue la creación de una moneda propia, con igual valor que el euro y vigencia sólo en el término municipal. Faltó el tiempo de que los econolistos neoliberales que andan pululando las televisiones (echad un ojo al accionariado de las televisiones para entender porqué están ahí) se echaran contra la medida como perros de presa a por un inocente conejito. «Utopía», «irrealizable», etc. Y con una sonrisa socarrona en la cara, porque ellos son dueños de toda la verdad económica, ¡claro que sí! Esa verdad que provoca crisis cíclicas cada vez más potentes y cada menos tiempo. Esa verdad en la que una mano invisible reparte la riqueza. No lo digo yo, lo dice Adam Smith, principal teórico del capitalismo.
Pero, ¿qué pasa si nos paramos a mirar detenidamente la propuesta? Voy a descender al terreno de mi rival, aunque ello sea peligroso. Desde el punto de vista actual, es decir, desde el capitalismo, la moneda es generada por la ciudad con el apoyo de algún banco y los negocios locales. ¿Beneficios? Liquidez instantánea en todo el negocio local: producción, transporte y consumo dentro de Barcelona dejan de depender de créditos externos abusivos, los comerciantes (o emprendedores, como le gusta cacarear a la caverna mediática) pueden bajar precios y competir con grandes superficies. Dejar de estar ahogados por la falta de dinero. A nivel del pueblo (o consumidor): acceso a productos de mejor calidad, con origen conocido (aunque ahí habrá probables jugarretas) y promocionando la economía local. Es una medida que penaliza la globalización y favorece el crecimiento de la economía local.
Claro, hay quien se plantea que se puede abusar de ella. No hay problema, la moneda se oxida. Es decir, si tú recibes un pago de 200 bcn, a los dos meses valen 190, y a los 6 meses dejan de tener valor; puesto que la moneda no tiene porqué ser física. Con esto se genera una circulación constante del dinero que evita la especulación, quid del asunto. Que por el contrario quieres ahorrar desde esa moneda, perfecto: la cambias a euros a cambio de una pequeña comisión del 3%, por ejemplo. Y si eres productor local, a cambio de nada. Es redondo. O gana el ayuntamiento, o gana el comercio local, que además suele ofrecer precios más bajos en esta moneda que en euros. Sí, he dicho suele, porque ya hay unas cuantas experiencias de este tipo de monedas complementarias. A continuación os dejo los enlaces de unos cuantos: Bristol, Nantes, Touluse, Rosenheim y Traunstein, y Ceará.
Los únicos que pierden en todo esto son los grandes bancos que no quieran pasar por el aro, las grandes empresas y el Estado, que deja de tener tanto control sobre la economía municipal en pos del Ayuntamiento.
Que quede constancia de que mis preferencias hacia esta medida van mucho más allá de sus posibilidades dentro del capitalismo, sistema en el que no creo («Doctor, ¿se puede creer en algo completamente falso?»); puesto que la considero un medio idóneo en caso de revolución. Pero eso es otro tema.
Por último, os dejo un enlace de Público, donde un economista explica todo esto mucho mejor que yo, que lo mío es la historia: «Economistas que pierden el norte atacando a Podemos».
Alberto Hoces-García es Grado en Historia