La villa medieval de Pedraza, en Segovia, sigue atrayendo a miles de personas los fines de semana por su arquitectura en piedra y su gastronomía basada en el cordero asado, y por su cercanía con Madrid. Se calcula que pueden llegar unos 150.000 turistas al año, pero gran parte de ellos se congregaron el pasado sábado en el segundo Concierto de las Velas.
Miles de personas se acercaron en una noche especial, bajo el influjo de una inmensa luna, para ver cómo esta villa se transformaba en un espectáculo bajo la iluminación de 45.000 candelas y la velada musical que ofreció la Orquesta Clásica Santa Cecilia, bajo la batuta de Benjamin Lèvy, que adquirió un tono espectacular durante todo el concierto, pero en especial durante la interpretación final, la ‘Obertura Solemne 1812’ de Tchaikovsky, perfectamente ambientada con el sonido de las campanas de la iglesia de San Juan y de las salvas disparadas por las baterías de los cañones Schneider 75-22 de la Academia de Artillería.
Ahora vamos con lo malo
Según los veteranos a asistentes a este espectáculo, en el que participa toda la villa, nunca antes habían visto tal número de personas congregadas. Los accesos a la ciudad, en especial lo que llegan por la Nacional 110, y que tienen que atravesar los turistas llegados desde la capital, se vieron desbordados de vehículos. Muchos, tras largo tiempo de tascos, optaron por dar la vuelta, o por hacer más kilómetros y buscar otras vías de acceso por otras carreteras del interior segoviano.
Este inmenso río de coches y personas provocó la lógica tensión de búsqueda de aparcamiento -hasta cinco kilómetros alejado de la ciudad tuvieron que estacionar muchos sus vehículos- y un reguero de personas andando por los arcenes. Reguero que se convirtió ya en una multitud en las calles de Pedraza. Que parecían el Metro en hora punta.
Además, como ya era el segundo fin de semana en que se celebraba la iluminación de las velas, y siempre con el testimonio de aquellos que ya son veteranos en estas lides, muchas de ellas se habían consumido y no se habían repuesto, por lo que “había muchas menos velas que otros años”, incluso algunas personas aseguraban que “era mucho menos espectacular de lo que habían pensado”.
Pero lo peor no fue la marabunta de gente y el no reponer las velas apagadas, sino el traslado del concierto, lev motiv de este encuentro, de la plaza del pueblo, al castillo, con una intención muy clara: el que quisiera disfrutar de esta velada, que la pagara. Y es que el precio estaba al alcance de muy poco bolsillos, entre 49 y 80 euros.
La organización había dispuesto un control férreo para que nadie se pudiera colar, con accesos limitados por grandes vallas cubiertas de lona para que no se pudiera ni tan siquiera ver el interior. Eso sí, había tenido el detalle de sacar unos altavoces para seguir el concierto, en plan hilo musical, desde las puertas, donde se congregaron familias enteras para escuchar parte de la interpretación.
Luego dicen que la cultura está al alcance de todos. ¿Cuántas personas, en especial los más jóvenes, han tenido la oportunidad de disfrutar de concierto con una orquesta sinfónica? Más en un marco tan incomparable, pero no, el que quiera cultura que la pague y el que no pueda hacerlo, que se conforme con visitar las calles de esta preciosa villa, que visto el éxito ya veremos cuánto tiempo tarda en poner precio al acceso.
About José Luis García
Periodista con más de 25 años de experiencia, especializado en información local, inmigración, sanitaria y deportiva.