La situación en Venezuela sigue empeorando. A la falta de abastecimiento básico que sufre la mayoría de las grandes ciudades, lo que ha propiciado cartillas de racionamiento y grandes filas para poder adquirir lo prioritario (azúcar, sal, pan, etc), se unen las protestas continuas de la población, encabezadas por los políticos de la oposición –los que no están encarcelados- y los estudiantes, normalmente reprimidas con gran violencia por parte de las fuerzas gubernamentales.
Un ejemplo claro lo tenemos en Caracas donde el Gobierno que preside Nicolás Maduro impide a toda costa que las manifestaciones lleguen a la zona Oeste donde radica el gran apoyo popular chavista o como han sido reprimidos con gases lacrimógenos y agua a presión los estudiantes de la Universidad Central de Venezuela que han querido marchar hasta la sede de Petróleos de Venezuela.
Lo cierto es que desde que falleció el iluminado de Chaves –que ya tenía numerosas protestas en la calle- su sucesor Nicolás Maduro, con muy poco feeling con la gente y con una imagen de hombre osco y poco preparado, no ha conseguido estabilizar al país y ha entrado una espiral de violencia que nadie sabe cómo puede acabar.
La situación ha llegado a tal límite que hasta la Iglesia venezolana ha calificado de “brutal represión” las actuaciones de la fuerza gubernamental y hace un llamamiento al presidente Maduro para que rectifique. Los obispos parten de la idea de que todo lo que está sucediendo parte de la idea inicial de Hugo Chávez de llegar a tener un gobierno totalitario a través del Plan Patria y que Nicolás Maduro lo está siguiendo a rajatabla.
La última idea del denostado presidente venezolano ha sido la de crear un Consejo Presidencial de los Derechos Humanos, tal vez precisamente por las críticas de la Iglesia, con la que también se llevaba Hugo Chávez.
Desde Europa, concretamente desde España, no tenemos conciencia real de la situación de países Iberoamericanos con grandes recursos naturales y potencial poder económico donde las diferencias sociales son abismales y la oligarquía política lleva dominando desde hace años. Da igual que sean de un signo político u otro, con la aquiescencia de la Iglesia Católica, porque es curioso que un país revolucionario, próximo a las ideas marxistas, se declare amplia y públicamente católico, como hacía Chávez y hace ahora Maduro.
Nuestros hermanos iberoamericanos necesitan la ayuda de Europa, encabezada por España, porque aunque en teoría son democracias con muchos años de existencia, todos sabemos que realmente no es así. Hay que empezar por la base, por la educación y los valores, sin ellos cualquier otro iluminado puede seguir la estela de Chavez, ahora Maduro y el que venga será igual.
Miguel H.H.