Regeneración. España necesita urgentemente savia nueva en política. La crisis se ha instalado allí desde hace mucho tiempo. Algunos tienen fecha de caducidad. No por su DNI. Por estar desfasados y permanecer de espaldas a la realidad. Siguen metidos en su burbuja. La ciudadanía está huérfana de un líder, alguien que emocione, enamore o convenza realmente con su discurso. El electorado parece un autómata. Acude a votar por inercia, por sus ideas. Algunas veces sin pleno convencimiento y lo hace básicamente para que el otro partido no gane. La conciencia del bipartidismo que nos hemos creado todos es el culpable de que no puedan crecer otras formaciones, otras tendencias, otras fórmulas, otras vías, otras causas. Estamos bajo mínimos. Pero, sin duda, la llave del cambio la tenemos todos nosotros.
El domingo se espera una fuerte abstención. Aparentemente es lo lógico. Los escaños son para algo que nos pilla de lejos. La culpa la tienen ellos. Nuestros políticos de pandereta. Nos empujan a ir a tomar el aperitivo, a dar una vuelta o quedarnos en casa. La conducta mostrada en los últimos tiempos nos ha hecho dudar de la clase dirigente. Los casos de corrupción, dejadez e ineficacia de todos los colores y tendencias están a la orden del día. La lista es interminable. Mejor no recordarla. Uno se sonroja ante tanta desfachatez, por no decir algo más fuerte, y no entiende cómo en algunos casos y en determinadas Comunidades Autónomas o Ayuntamientos seguimos votando a determinadas formaciones que han quedado señaladas por la actuación de sus dirigentes. La culpa es nuestra. Por seguir depositando nuestra confianza en esos personajes. Los que nos vamos haciendo mayores vemos que nuestros ideales cayeron en saco roto. De eso se aprovechan.
Por ello, muchos ciudadanos han dejado de creer en nuestra clase política. Esta sensación se ha reforzado con lo acontecido en la campaña electoral para las Elecciones al Parlamento Europeo 2014. Impresentable lo que nos ha ofrecido la fauna política. En vez de motivar a una ciudadanía para despertarla la conciencia o sentimiento europeísta, poco arraigado en la piel de toro, de hablar claramente de lo que nos jugamos de cara al futuro, se han enzarzado en una polémica pueril, ridícula, pero eso sí, partidista.
Todo se inició con el archiconocido comentario de Miguel Ángel Arias Cañete hacia Elena Valenciano. Arcaico. Intolerable. Poco acertado. Innecesario. Repudiado. Una gran metedura de pata en teoría de un político avezado que dio barra libre y carnaza fresca al PSOE. Solo se habló del machismo de Cañete en la campaña electoral. De la estabilidad del euro, de la inmigración subsahariana, de las ayudas a la agricultura, pesca y ganadería, de los planes educativos, intercambios de estudiantes, de la fiscalidad, del medioambiente, demografía, de garantizar la Sanidad en cualquier estado sin importar la nacionalidad europea del paciente, empleo, pero no. Todos los intentos de unos ha sido su lucha por captar el voto aludiendo al machismo del otro candidato saltándose su programa electoral. En vez de presentar y contarnos sus propuestas de futuro se han llenado sus bocas de epítetos hacia el otro candidato. En el otro bando, defensa a ultranza de su número 1 a los comicios europeos. Y el resto, los ciudadanos, parecíamos el público asistente a un partido de tenis. Girando el cuello ante el intercambio de golpes. Lo fácil que hubiera sido pedir perdón rápidamente por su desfasado comentario. Nos habría ahorrado horas de un machacón discurso partidista e insulso, que fue subiendo en decibelios y en más barbaridades, y se hubieran aprovechado para aclararnos dudas acerca de nuestro futuro, que cada vez es más negro, viendo a los que tenemos por encima. El domingo se irá a votar por Europa y no por si Cañete es machista o no.
Tenemos una clase política de pandereta que nos empuja e invita a la abstención. Que luego no se lleven las manos a la cabeza. Por su culpa. La decisión la tenemos nosotros. Cada uno decidirá el domingo si le apetece o no ir a su colegio electoral. Si no va será una forma de castigarles, pero a la vez puede favorecerles. Uno ya no sabe a cuál de los dos. Pero que quede claro que hay más opciones. Puede que haya alguna formación que nos ilusione. Nos pueda enganchar. Aunque no esté su primer espada. Hay vida detrás del bipartidismo. La decisión es nuestra.
About Francisco J. Molina Quirós
Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.