Tenemos más censura en la prensa hoy día que en la época de Franco

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Portada que salio y la que fue censurada.

El anuncio de abdicación de Juan Carlos I la semana pasada trajo como consecuencia que se volvieran a destapar las vergüenzas de la y de la censura y la libertad de expresión en los medios españoles.

¿Censura? Se preguntarán muchos. Pero si eso acabó con la muerte de Franco y su régimen. Pues no. Por desgracia para los profesionales ahora hay mucha más censura que antes, lo que sucede es que se impone desde el propio medio, en vez del Estado.

Ahí tenemos el caso de la revista satírica por excelencia en los últimos 30 años (desaparecido ‘El Papus’) ‘El Jueves? cuya edición fue retirada por RBA, editora desde hace poco tiempo de la misma, porque difundieron en su web una portada realizada por el humorista gráfico Manel Fontdevila en la que el todavía rey pasaba una corona llena de excrementos y rodeada de moscas a su hijo, el príncipe Felipe, y titulada con un sencillo «El rey abdica». Los trabajadores de la revista han amenazado con abandonarla.

Sin embargo, otra revista satírica  como ‘Mongolia’ salió el viernes con una portada dura, como viene siendo habitual, en la que practica un poco la demagogia con sentido del humor en relación a la inviolabilidad que en la Constitución Española tiene el jefe de Estado.mong23_portada

Pero es que en uno de los diarios más importantes de España como es ‘El  Mundo’ se dio el caso de que los corresponsales en Estado Unidos, María Ramírez, hija del exdirector del diario, Pedro J. Ramírez, y su pareja, Eduardo Suárez, han sido suspendidos de empleo y sueldo durante un mes por acusar de «censura» al actual responsable del periódicoCasimiro García-Abadillo, algo que ha negado rotundamente.

El castigo se produce después de que ambos corresponsales acusaran a García-Abadillo de forma pública en Twitter de «censurar» a otra redactora de ‘El Mundo’, Ana Romero, por un artículo sobre la abdicación del Rey en el que se mencionaba a Corinna zu Sayn Wittgenstein «introductora internacional de capital y amiga íntima del monarca». El artículo que ‘El Mundo’ publicó el martes apareció sin la frase sobre Corinna, y también sin la firma de Ana Romero.

Estas noticias que han saltado a la opinión pública son mucho más frecuentes de lo que pensamos. Todos los profesionales de la comunicación han sufrido en algún momento del ejercicio de su profesión presiones e incluso censura. Si no transcienden más casos es porque la peor de todas las censuras es la autocensura.

Cuando un  profesional trabaja en un determinado medio sabe que hay determinados asuntos o personas que es mejor tratarlos con benevolencia o incluso no tratarlos. No hace falta ser una lumbrera para saber a qué nos estamos refiriendo, pero si hoy día existe una verdadera censura es la que imponen las grandes marcas comerciales.

Está tajantemente prohibido en cualquier redacción sacar algún trapo sucio de los patrocinadores. Ya pueden hacer la mayor de las barbaridades que como tengan una campaña en vigor se obviará cualquier crítica. Algo muy similar sucede con la publicidad institucional. Si hablas mal de este ayuntamiento, o de este gobierno autonómico directamente te quedas sin sus campañas de publicidad. Todos los medios de comunicación tienen esta autocensura, salvo en páginas web como ésta.

Pero si la cosa todavía no estaba clara, y pensamos que la figura del censor al estilo del hombre gris que pululaba en la época de Franco no existe, voy a contar una experiencia que me sucedió a mi en persona, y no una o dos veces, sino durante cuatro años.

En 1994 accedí al cargo de redactor jefe de ‘Gaceta Universitaria’, un periódico semanal dirigido a los universitarios que tenía seis ediciones (Madrid, Cataluña, Galicia, Sevilla, Granada y Levante), además hacíamos números especiales como los de los Cursos de Verano que tan de moda se pusieron en esa época en España. ‘Gaceta Universitaria?, que estaba realizada por profesionales y algún estudiante de periodismo, pertenecía al extinto Grupo Recoletos (cuyos dirigentes estaban muy vinculados al Opus Dei) y fue comprado por Unedisa. Cuando sacamos el primer especial de los Cursos de Verano se puso una persona a mi lado, que no era mi director, al que le tenía que pasar todas las páginas para que las leyera y las aprobase. No me dijeron nada, no sabía quién era esa persona y qué hacía en la reacción, pero como uno no es tonto se dio cuenta enseguida de lo que sucedía: la censura ideológica. El problema es que al segmento de la población al que nos dirigíamos era ni más ni menos que a los universitarios y había cosas que por aquél entonces a las que no se podían dar salida como la experimentación con células madre, cuestiones de interrupción de embarazos, homosexualidad, etc.

Efectivamente, durante cuatro años tuve a mi lado en plenos años 90 un censor. Por cierto, que desde entonces somos muy amigos, él con sus ideas y yo con las mías, y tuve que tragar porque si no me iba a la calle, pero creo que en todo ese tiempo me corrigió tres líneas, porque nosotros ya sabíamos lo que teníamos que contar.

Por desgracia, esta situación no es que haya remitido, sino que se ha incrementado.

About José Luis García

Periodista con más de 25 años de experiencia, especializado en información local, inmigración, sanitaria y deportiva.

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