El Cholo debe controlarse en la banda; tiene un mes para hacer terapia

Cholo.

Diego Pablo Simeone

No es normal que un entrenador empiece el curso con la rémora de no poder sentarse en dos competiciones: Liga y Champions. Como que tampoco que en otra competición añada una sanción más en su currículo. Y encima, de 8 partidos. La indignación rojiblanca se ha desatado por las redes sociales y en las tertulias. El grito se ha puesto en el cielo y se han rescatado acciones lamentables como la protagonizada por Mourinho cuando le metió el dedo en el ojo a Vilanova y se le sancionó con dos partidos. Poco castigo, pero eso es pasado. No hay que buscar justificaciones. Hay que analizar la situación. Por lo menos, Simeone no ha encendido la mecha al ser preguntado por lo que pensaba sobre su sanción.

Lo de las collejas del Cholo tiene sus matices. Viéndolo en directo no parece una desconsideración, ni mucho menos una agresión, pero lo cierto, es que ese gesto sobra. Cuatro partidos le han caído el argentino por tocarle el cuello al cuarto árbitro. Luego, otros dos por sus protestas, otro por aplaudir al colegiado al expulsarle y otro por seguir dando instrucciones en la banda. Duela a quien duela, el Cholo está bien sancionado. Ahora falta que en una situación similar se siga el mismo baremo.

A Simeone le ha traicionado el subconsciente. Sigue siendo igual de racial y temperamental en el banquillo como lo era en el césped, pero ahora ya no tiene la excusa de tener las pulsaciones a mil. Debe dar ejemplo en la banda. De pie. O sentado en el banquillo. Por mucho que represente y signifique para el Atlético. Su misión es tener la mente fría para buscar soluciones durante el partido. Sacar la manguera. No echar cerillas o gasolina al fuego. Simeone debe controlarse. El jefe no puede dar esa imagen.

Al Cholo, que se ha creado un personaje, trata de dar una imagen sosegada en sus comparecencias le pierden las formas. Tiene dos caras. Un claro ejemplo de Míster Hyde y doctor Jekyll. Sufre una metamorfosis. Y mucho más si va de blanco el rival. Le sacan de sus casillas cada vez que se le las ve con el Real Madrid. En Lisboa se lanzó como un poseso al césped para encararse con Varane en la prórroga. Con la final ya decidida se le vio haciendo gestos a sus jugadores que levantaran la cabeza. Eso le enorgullece, pero incomprensiblemente, luego la pifió al perder  el control con el jugador francés. El pasado viernes montó otro numerito con el cuarto árbitro que sobraba. Simeone debe recapacitar. Debe aprender a controlarse. No conduce a nada su actitud. Con su proceder  se perjudica asimismo y a su club, el que le paga. Tiene un mes para hacer terapia.

 

 

About Francisco J. Molina Quirós

Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.

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