Otra vez en cuartos. Otra vez en tierra. Otra vez frente a un amigo, un compatriota. Rafa Nadal volvió a caer antes de tiempo. Esta vez en el Torneo Godó. Otro torneo fetiche como Montecarlo. De arcilla. El balear se abona a perder en esta superficie, donde demostró ser el mejor. Lo nunca visto. La historia se repite. Preocupante. En Barcelona alzó ocho veces la copa. Como en Mónaco.
Nico Almagro fue su verdugo. Otro tenista de los nuestros que le ha cogido el truco al número 1. Por fin, el murciano pudo poner en su currículo que venció al balear en el undécimo enfrentamiento entre ambos. Las dudas vuelven a instalarse en el rendimiento de Nadal. Un nuevo diente de sierra. La montaña rusa, con subidas y bajadas, vuelve a ser latente. Encima en la parte central de la temporada, en torneos de tierra, y cuando se estamos a las puertas de los títulos más emblemáticos del circuito: Roland Garros y Wimbledon. La sombra de Djokovic es muy alargada y por detrás viene empujando con fuerza el suizo Wawrinka.
Lo cierto es que el partido ante el Almagro fue disputadísimo y el tenista balear sacó su mejor tenis que fue contrarrestado y respondido por su oponente. La primera manga cayó del número 1 con un concluyente 6-2. En la segunda, máxima igualdad y emoción. Almagro salvó dos bolas para ponerse 3-4 y la igualdad llevó al desenlace en el tie break. Hasta ese momento, Nadal le había ganado en los cinco que habían tenido, pero en Barcelona, el número 20 del mundo se estrenó y empató el partido. El desenlace en el tercero. Intensidad e intercambio de roturas de servicio. EL partido se puso 3-3. En esa situación límite siempre sale el gran Nadal. El balear sabe llevar perfectamente la presión, pero Almagro le superó y se colocó 4-5 tras ganarle el punto en blanco con el servicio en contra. En el siguiente no hubo reacción del número 1 que volvió a caer en tierra. Su siguiente parada será en Madrid. Habrá que estar atentos a cuartos.
About Francisco J. Molina Quirós
Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.