En el Real Madrid aún sigue la resaca por la Décima. Muchas imágenes en la retina para el recuerdo. Impresionante la puesta en escena de la celebración en el Bernabéu con el juego de luces y sonido. Los futbolistas entonando la nueva canción compuesta por la consecución de la Décima y luego posando con el trofeo con sus hijos. Pero hubo otras antes que han pasado desapercibidas. En Cibeles, por ejemplo, Casillas cedió a Sergio Ramos el rito ceremonial de colocar la bufanda madridista a la diosa Cibeles. Unas horas después, en el balcón de la Comunidad en la Puerta del Sol, le dio el testigo para que fuese el sevillano el que diera unas palabras a la numerosísima concurrencia allí concitada.
Sí, unos pueden pensar que lo hizo como reconocimiento al central por su gol milagroso en la prolongación que le dio la vida al Real Madrid en Lisboa. Minutos después, le dio un beso en la mejilla y le susurró al oído: “Eres el puto amo”. Luego, lágrimas del mostoleño tras el 3-1 de Marcelo. Y al término del partido más. Arrodillado, posó su cara sobre el césped. Extraño ver la reacción de alguien que ha ganado ya una Copa del Mundo, dos Eurocopas, tres Champions, amén de Ligas, Copas, Supercopas de España y Europa o un Mundialito de Clubes. Sus lágrimas sonaban a despedida. Como lo que le dijo a su pequeño Martín en el césped del Bernabéu y que colgó en su twitter: “Martín, esta es mi casa, el lugar donde he vivido 15 años. Otros nueve formé parte de las categorías inferiores”.
Casillas escenificó en el Estadio De la Luz, Cibeles, la Comunidad y en el Bernabéu su salida del Real Madrid. Con cuatro gestos. En cuatro imágenes. Ahora falta que se plasme. El guardameta, que acaba de cumplir 33 años, tiene una promesa verbal de que recibiría la carta de libertad al término de esta temporada. Eso sí, para ningún club español. Tiene contrato hasta 2017 y una cláusula de rescisión tasada en 150 millones. Una cantidad prohibitiva que nadie abonaría. No es porque no los valga. Su condición de guardameta le señala. Esa millonada solo se destina para los que garantizan goles.
Ni Casillas ni Diego López están por la labor de vivir una segunda cohabitación en la portería del Real Madrid. La decisión salomónica de Ancelotti de repartir titularidad a ambos en este curso le acabó saliendo bien, pues Casillas acabó disputando 24 partidos al llegar el Real Madrid a dos finales. Tanto Iker como Diego López quieren ser titulares de hecho y no repartirse competiciones. En la década de los 70 y 80, el Madrid tuvo dos guardametas de similar nivel que se repartieron la titularidad. Casi siempre por la lesión del entonces titular y nunca por bajo rendimiento. Miguel Ángel y García Remón. Esta historia no se va a repetir en la segunda década del siglo XXI.
Puede sonar duro, pero el Real Madrid y Casillas hacen bien en romper su historia de amor. Un referente no puede ser suplente. Un símbolo no puede estar pendiente de que su titularidad dependa de la continuidad del equipo en una competición dada. El Madrid deja escapar una figura, pero se ahorra un problema. Y también planifica el futuro. Renovarse o morir. Mejor acometer una salida de esa envergadura, traumática, en estos momentos de bonanza que no en crisis. También Diego López se merece su cuota de merecimiento. Se ha ganado ser la apuesta de Ancelotti en la portería. Era intolerable que en cada partido se le mirase con lupa por si cometía un error para desmontar la teoría de su titularidad. Casillas fue siempre de frente. Se reunió un par de veces con Florentino Pérez en este curso. Nunca pidió su titularidad. Fue respetuoso con su compañero. Solo quiso mirar por él. Por su futuro. Inglaterra , Alemania, Estados Unidos o Qatar. Ahí puede estar su futuro. Muchos santos y seña del madridismo tuvieron que hacer las maletas y no retirarse de blanco inmaculado: Di Stéfano, Pirri, Butragueño o Raúl. Casillas sería uno más en la lista.
About Francisco J. Molina Quirós
Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.