De nuevo, los amigos de lo ajeno vuelven a cometer sus fechorías en los cementerios madrileños. Una anécdota queda lo de retirar los frescos ramos de flores que los familiares acaban de depositar en las lápidas o floreros. La ola de robos en las últimas semanas ha crecido de manera ostensible. Atrás quedan los hurtos de cables de cobre o de los pomos de los portales en distintos barrios de la capital. Dada la escasa vigilancia existentes en los camposantos madrileños allí han localizado el centro de sus actividades.
Hace un par de semanas, no había iluminación en el Cementerio Sur de Carabanchel. El cable de las farolas lo habían sustraído como el de varios grifos en los lavabos. En este camposanto como en el de La Almudena no hay día que no se produzca el robo de crucifijos, argollas con asas labradas, imágenes o jarrones de las sepulturas. Todos estos objetos son revendidos en las distintas chatarrerías que existen por la Comunidad de Madrid.
La vigilancia en los camposantos madrileños es testimonial. En el de La Almudena, cuya extensión es de 108 hectáreas solo existen dos vigilantes. Cada uno lo patrulla en su dotación. En vez de contratar a más personal se han instalado cámaras de seguridad, pero que no cortan a los ladrones a realizar sus fechorías.
La Policía puso en 2012 la ‘Operación Santo’ para tratar de acabar con esa ola de robos, que por entonces ya se inició. Meses después se detuvo a una banda especializada los hurtos cometidos allí. Dos años después vuelven a proliferar este tipo de actividades delictivas en los camposantos madrileños. Par cometer este tipo de delitos, los ladrones suelen utilizar barras de hierro, palanquetas o llaves de bujías.
La sorpresa se la suelen llevar los familiares cuando van a visitar a los suyos. Hay casos que suelen hacerlo una vez al año. El 1 de noviembre. Aprovechando la celebración del Día de Todos los Santos. Ese día afloran las denuncias. Unas 300 se realizaron hace un par de años entre el Cementerio de La Almudena y el Cementerio Sur.