España se fue del Mundial por la puerta de atrás. La eliminación de la selección de baloncesto fue una despedida a la francesa que paradójicamente sucedió ante el combinado galo que nos guillotinó, y nos privó de un sueño de disputarnos el oro ante EE.UU., que nos habían hecho creer desde la mayoría de los medios de comunicación. Una vez más, hubo mediático. Las motos se venden en los concesionarios. Ahora, tras la debacle, fracaso o como quieran llamarlo, toca pedir la cabeza de Orenga. Es lo que entra en el guion. Primero, te lo pintan de color de rosa y cuando la realidad supera a la ficción hay que dar carnaza en vez de hacer autocrítica.
Me hace gracia que tras perder ante Francia se airearan ciertos asuntos que pasaron desapercibidos durante el partido. El día anterior hubo un entrenamiento voluntario por la mañana y solo se presentó un jugador. ¿Así es como se preparara un partido de cuartos de un Mundial? Además, con el agravante de que el seleccionador diera permiso a algún jugador para dejar la concentración por unas horas. Luego se vio en el parquet lo que tenía que pasar. Se vio a un equipo sin sistemas, jugándose cada ataque de forma individual, con ataques demasiado rápidos, por la tendencia a tratar de resolver la jugada lo antes posible. sin elegir la mejor opción de tiro, apostando con pedradas en muchas ocasiones. No tiene sentido que Ibaka se jugase triples a lo loco. Lo único potable de los nuestros su defensa en el segundo tiempo.
Y de lo del banquillo, de nota. A Orenga se le vio superado. Sin capacidad de reacción. Moviendo fichas desesperado y colocando a jugadores en puestos donde no actúan con frecuencia. De manera increíble, viendo el pésimo partido de Marc Gasol e Ibaka que no diera minutos a Felipe Reyes. Lo primero que debe hacer Orenga es ponerse el vídeo del partido y tomar buena nota. El repaso que le dio su colega, en el otro banquillo, fue monumental. Un escándalo. Francia sabía lo que debía hacer. Jugó como equipo. Tuvo sus lagunas que no supimos aprovechar. Los galos salieron a tener posesiones largas de balón y supieron manejar el tiempo con el espacio. Su tiro exterior nos machacó, así como su rebote, en especial, el ofensivo. Manos de mantequilla en innumerables ocasiones de los nuestros.
Nos perdió el egocentrismo. El creernos una quimera. Ahí entramos los periodistas. La paliza de la primera fase ante los franceses nos hizo creer que este partido era pan comido. Y de un plumazo, y como fue tónica en todo el campeonato, los adelantados a su tiempo, más que visionarios, ‘vende burras’ seguían dando la matraca con la finalísima ante Estados Unidos. Esos mismos son los que ahora piden la dimisión de Orenga. Es para echarse a reír. Pero es parte de este invento.
Todo lo supeditamos al talento de una excepcional generación, A su archiconocida autogestión, pero el chollo no nos iba a durar para siempre. La flauta puede sonar varias veces pero no es eterno. En el último cuarto, balones a Pau. El mayor de los Gasol aguantó el tipo hasta cuando pudo. El que juega con fuego se acaba quemando. Eso es lo que nos pasó ante Francia. Desde el primer minuto. Entramos con mal pie. Los galos, a los que les faltaban varias estrellas en sus filas, se pusieron 0-8 a las primeras de cambio. Luego se reaccionó, pero el marcador al descanso fue de 28-35. Nos tocó ir a remolque en todo momento. En un par de ocasiones nos pusimos dos puntos por delante, pero fue un espejismo. La selección estaba espesa tanto en el parquet como en el banquillo. Inconcebible que con el talento y experiencia de nuestra selección haya caído en cuartos. Malos tiempos vienen para el ba-lon-ces-to. Vamos a vivir una auténtica regeneración, pues tras este batacazo habrá salidas. De jugadores emblemáticas que nos hicieron tocar el cielo desde la canasta. Gracias. Eternas gracias por todo. En cuanto a Orenga. La cosa está clara. Su futuro lo tiene él y el presidente de la Federación de Baloncesto. Vivimos en un país cuya cultura es de no dimitir cuando uno la caga o lo hace rematadamente mal. Sinceramente, hay cosas más importantes en la vida. El baloncesto es un deporte. Tampoco nos debe ir la vida por no habernos colgado la plata como muchos ‘vende burras’ lo habían hecho. Un juego de patriotas falso y oportunista que no va a ninguna parte. Lo dicho, hay otros problemas más acuciantes.
About Francisco J. Molina Quirós
Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.