Dos de los equipos a nivel de selección que más nos han hecho disfrutar a todos tanto con victorias y títulos se han quedado sin su entrenador en la presente semana. Juan Antonio Orenga y Carlos Moyá dimitieron de sus respectivos cargos. Que tomen nota los políticos. Ambos tomaron la decisión unos días después de los batacazos que se dieron dirigiendo a sus grupos. El primero, tras caer en cuartos ante Francia en el Mundial de Baloncesto que se estaba disputando en Madrid. Cayó con todo el equipo. Orenga no tuvo un buen día en el banquillo. Sin capacidad de reacción, incapaz de encontrar una solución.
Lo de Moyà resultó más deprimente. Su adiós se produjo tras consumarse el descenso del equipo de Copa Davis ante Brasil en Sao Paulo. Los mejores jugadores de nuestro tenis le dieron la espalda. Hicieron caso omiso a su llamada de auxilio. Muy fuerte. Orenga se fue tras un análisis de responsabilidad. No se alcanzó el objetivo: luchar por las medallas. Moyá se fue desilusionado, decepcionado, pero sin señalar. Tenía una coartada. Lo fácil hubiese abierto la boca y meter a más de uno en el charco, pero se va sin dar nombres y apellidos de los que le dejaron en la estacada y no quisieron luchar por evitar el descenso a Segunda. Moyá se marcha como un caballero. Otros han quedado a la altura del betún. Los jugadores que le dieron calabazas para acudir ante Brasil al rescate del equipo de Copa Davis. El concurso de Rada Nadal estaba descartado desde hacía unas semanas. Otro que estaba lesionado de larga duración era Nico Almagro al que se unió Marc Granollers a última hora. Moyá tiró de agenda y hasta en siete ocasiones recibió el ‘no’ como respuesta.
Se puede entender la postura de los tenistas. Lo apretado del calendario que les exprime hasta su última gota de sudor. La exigencia del circuito es devastadora, como lo es la jornada laboral de más de un currito a lo largo de varios meses. Lo que han conseguido esta pléyade jugadores es acabar con un mito. Eso de que representar a su país es lo máximo para cualquier deportista en cualquier especialidad, pero está visto que para este grupo de tenistas ya no les seduce. Dieron la espalda a su capitán y a todos los españoles. Moyá, que ha demostrado ser un caballero, no dirá nombres. No hace falta. Todos los sabemos. Han quedado retratados. “Es un tute considerable y no tengo mucha motivación”, dijo Tommy Robredo para excusarse. Ahora, ellos,, tras dar este paso, deben ser consecuentes de cara al futuro. No deben volver a defender la camiseta. No deben volver a representarnos.
¿Qué hubiera pasado su Rafa Nadal hubiese acudido a Brasil? ¿Alguno se hubiese apuntado? Lo fácil es salir en la foto. Sin el manacorí no era cuestión de bajar al fango. Brasil no debía seducirles. Es triste, pero con que uno de los David Ferrer, Feliciano López o Fernando Verdasco hubiese dado un paso al frente hubiera bastado. Pero no lo hicieron. Puede sonar duro, pero es lo que es. Su conducta ha sido una traición. Se borraron. Dejaron solo a su capitán. Vieron esta eliminatoria como un marrón y se quitaron de en medio Ahora nos toca salir de las catacumbas. Hasta julio de 2015 no volverá a jugar el equipo. El rival saldrá de la eliminatoria entre Rusia y Dinamarca.
Mientras, a Roberto Bautista, Pablo Andújar, Marc López y David Marrero les tocó ser el cuarteto que no pudo evitar el descenso. Para nada estamos avergonzados de ellos. Lo estamos de los que se borraron. Los cuatro, más Nadal, Almagro y Granollers son los que contamos para volver a luchar por la Ensaladera. Es un hasta pronto. Para otros debe ser un hasta siempre El equipo de Copa Davis no paga traidores. Eso debe tenerlo en cuenta el próximo capitán.
About Francisco J. Molina Quirós
Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.