Botella se rinde y no se presenta a la alcaldía. Debe ser que por fin se ha convencido –o la han convencido en su partido- que una cosa es llegar al sillón de Cibeles por cambalaches políticos en el PP, y otra ganar unas elecciones. Las encuestas eran tozudas y con Botella al frente el PP perdía la alcaldía de Madrid después de 23 años. Está por ver si otro alcaldable del Partido Popular es capaz de conservarla, con elección directa o sin ella.
De todas formas hay que tener la concha más dura que un galápago para aguantar la cantidad de críticas y mofas que ha tenido que sufrir en estos últimos años como alcaldesa: siendo concejala de Medio Ambiente o Servicios Sociales pasaba más desapercibida –aunque también tuvo momentos memorables hablando de «peras y manzanas»-, pero subida en el estrado del Ayuntamiento de Madrid no da la talla. Sobre todo si se tiene en cuenta que los madrileños nos habíamos acostumbrado al peso de personajes como Gallardón o Esperanza Aguirre, a los que, se esté políticamente de acuerdo con ellos o no, no les llega ni a la suela del zapato en discurso ni capacidad de liderazgo. Soy mujer y no lo digo por machismo, pero estaba ahí por ser esposa de Aznar. Y punto. Porque en aquella batalla entre Aguirre y Gallardón sirvió de tapón en las listas para evitar más puñaladas traperas entre estos insignes compañeros.
Lo cierto es que ha sufrido descalabros de difícil curación; las fallidas olimpiadas de 2020, la tragedia del Madrid Arena, en la que la negligente gestión municipal quedó al descubierto mientras su falta de reflejos no dando la cara la ponía a los pies de los caballos; una gestión de los servicios municipales que ha quedado demostrado sólo genera una ciudad sucia y mal conservada; huelgas, declaraciones intempestivas, chascarrillos mil… Y ahora un alarmante aumento de hechos “fortuitos” como que te caiga encima la rama de un árbol y te mate. Lo mismo a Botella le había venido bien consultar a la bruja de Pujol, Adelina, y que le hiciera un ritual purificador de los suyos, con o sin comisión de por medio.
Pero voy a hacer de abogado del diablo y diré que no se lo dejaron fácil. Alberto Ruiz Gallardón, en su incansable escalada hacia destinos más altos, la dejó al frente de un Ayuntamiento en quiebra, con la deuda más alta de España -7.000 millones de proyectos faraónicos como la M30- en plena crisis. Con estos mimbres había que hacer malabarismos para cuadrar las cuentas, y las soluciones del equipo comandado por la mujer de José María Aznar han sido los recortes, las privatizaciones y el maquillaje de balances contables. Todo para los bancos, mientras la Villa y Corte y sus habitantes resistían en plan numantino el acoso de la crisis. No puede pensarse que en esta situación algún alcalde hubiera salido bien parado frente a la opinión pública.
Pese a todo, no están los tiempos para experimentos. Dejar la alcaldía de la capital de España en manos de esta mujer siempre fue una apuesta arriesgada, y no entiendo a los populares que tanto se ufanan de tener banquillo cómo se dejaron imponer a esta alcaldesa de opereta. Ahora la cuestión es quién ocupa la cabeza de lista para 2015, porque el banquillo se les empieza a quedar corto: será una maniobra en clave electoral, como alegan los suyos, pero con Esperanza Aguirre inmersa en un juicio por desobediencia “contumaz” a la autoridad sus posibilidades se complican, y aunque parece que ella está a la orden de lo que diga el jefe, no resulta muy creíble que Rajoy prescinda de su mano derecha, Soraya Sáenz de Santamaría, para meterla en una incierta carrera municipal. Queda la “Delegadísima” del Gobierno, Cristina Cifuentes, pero es que también hay que buscar recambio para el presidente regional, Ignacio González, otro que llegó al cargo por herencia, sin pasar por las urnas. Complicado. Se avecinan tiempos de rumores y porras.
A todo esto, en las filas de la izquierda se celebra con champán el abandono de Botella, pero hay quien no lo tiene tan claro: algunos piensan que hubiera sido pan comido ganar unas elecciones con Mrs. Aznar como contrincante, algo no tan cantado si el PP recurre a la artillería pesada y pone un candidato con verdadero tirón. Más les valdría no echar las campanas al vuelo, que algunos son tan paquetes que después de dos décadas de gobernar la derecha y con una crisis por medio, son capaces de no alcanzar tampoco la victoria en primavera de 2015. Ni con pactos, ni con alianzas ni con candidaturas conjuntas. Que los votantes del PP son inconmovibles, y más si se les amenaza con el coco de un gobierno de izquierdas como Podemos.
About Maria Tello
Periodista con más de 20 años de experiencia en información política y local de Madrid. Apasionada de la lectura y la historia.