Los contratos en el fútbol nos dan muchas lecturas. Por h o por b lo firmado en su día luego pasa a ser papel mojado. Clubes y futbolistas arriman el ascua a su sardina. Miren lo que está pasando en el Real Madrid. A Casillas y Sergio Ramos le quedan dos años más de estar vinculados a la Casa Blanca, pero en el primer caso, la entidad está como loca por darle el finiquito al guardameta, mientras que el central, tocado en su orgullo por haber visto rechazada su pretensión de subida salarial, ha pedido que le abran las puertas y que escuchen ofertas.
Sergio Ramos está en su derecho de pedir ganar más. Como cualquier trabajador, pero está claro que su caso es diferente al resto de los mortales. El central ha hecho méritos suficientes para recibir una subidita contractual. La Décima está en las vitrinas del Bernabéu gracias a él. Pero aparte de su cabezazo salvador en Lisboa, el rendimiento, peso específico y carisma del de Camas es incuestionable y parecen razones de peso para que le mejoren el contrato. ¿Lo suficiente para ponerle los 10 millones que deseaba en su nómina?
El Real Madrid ha marcado los tiempos. Su política es la de tocar las renovaciones cuando al jugador de turno le queda un año de contrato. Con el de Camas se rompió la norma en los últimos meses de 2014 y le presentó una mejora que al central (7 millones) no le satisfizo. Todo parecía el primer capítulo de una negociación que a la larga tendría un final feliz, pero los acontecimientos se han precipitado.
Sergio Ramos, ante su último gran contrato, cree que debe pasar de los 6 millones que actualmente percibe y llegar a los 10. Aparte de sus méritos al ver que a otros compañeros se les ha subido la ficha, caso de Benzema (8,5 millones), pero en el Madrid vieron descabellada la solicitud y el de Camas montó en cólera. Su pataleta, de tinte pesetera, pese a que su guardia pretoriana se empeñe en hacerle una campaña de imagen, vendiendo la moto que su decisión de irse del Madrid es por cuestiones personales y por su enfrentamiento con Florentino Pérez y no por dinero.
Eso no se lo cree nadie. El divorcio y desencuentro se debe a lo crematístico. A la negativa de no ponerle los 10 kilos, Sergio Ramos está en su derecho de al no verse valorado que le traspasen, pero él sabe que no va a ser cualquier precio. El caché de la operación está limitado a muy pocos clubes. El central ha deshojado la margarita y ya no quiere al Madrid, pero él no tiene la última palabra. Ttiene hipotecado su futuro al Madrid. Por lo menos hasta 2017.
La solución al enigma pinta que va para largo. Sergio Ramos ya tiene medio partido jugado. Solo le falta hacer el requisito que siempre pide Florentino Pérez a su millonario galáctico de cada verano: que diga públicamente su deseo de dejar su club para fichar por los blancos. Ahora es a Sergio el que le toca hacer el papelón. El Madrid ha puesto el candado pues no le interesa en avivar el incendio. Y para cubrirse las espaldas, precio. 90 millones del vellón por el central. En Concha Espina deben valorar la operación y ver si conviene más abrir la caja fuerte y subirle la ficha a Ramos, pues centrales de su talla, se cuentan con los dedos de una mano y están en clubes de campanillas, por lo que no parece factible que salgan a no ser que a Florentino se empeñe en abonar la cláusula de rescición.
A Florentino le tenía que estallar la burbuja de los contratos galácticos. Ha estado jugando con fuego. Sus fichajes millonarios de cada verano no solo traían más glamour y marketing, y en teoría competitividad, pero sí un trato de favor abismal y desigual en el tema crematístico con mareantes cifras en su ficha. Esa política genera envidia en el vestuario. Premiar por nombre y no por rendimiento era el riesgo que se corría. La veda se ha abierto. Sergio Ramos ha dado el primer paso. Ha apostado fuerte. Ha despejado la pelota. Ahora, es el United el que debe recogerla. El Madrid puede perder a sus dos capitanes este verano. Florentino puede perder credibilidad en el madridismo.
About Francisco J. Molina Quirós
Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.