El futuro próximo del Ayuntamiento de Madrid está en el aire. Los resultados de las elecciones europeas, aunque no siempre pueden trasladarse a unos comicios locales y generan mucha más abstención, dan pistas fiables de por dónde se mueve la ciudadanía, y lo cierto es que hay un nuevo y sorprendente abanico de posibilidades para presidir el Pleno de Cibeles. No es que se haya acabado el bipartidismo, que en Madrid no lo hay desde hace más de 20 años, es que el cambio de cromos entre partidos puede acabar en cualquier cosa en mayo de 2015, pero con altas probabilidades de que haya un seísmo y acabe gobernando una coalición de izquierdas.
El equipo de Ana Botella, optimista donde los haya, ya ha sacado la conclusión de que aunque el PP ha perdido medio millón de votantes en el territorio nacional y se ha quedado en el 26,06%, en Madrid capital superan esa media y consiguen un 29,88%. Vamos, que la alcaldesa está más contenta que unas pascuas, por fin alguien –los votantes- le da la razón. Quizá no ha tenido en cuenta que Madrid es un granero fiel del PP pese a la elevadísima abstención en las europeas, y aquí sí que no se pueden extrapolar los resultados al Parlamento Europeo con lo que ocurriría en una convocatoria municipal, con una alcaldesa que no gusta ni a su propio equipo, entre cuyas filas hay concejales que invocan desesperadamente a Esperanza Aguirre como única salvación del chiringuito. A Cristina Cifuentes, Delegada de Gobierno, la ven mejor en la Comunidad, donde tampoco Ignacio González puede presumir de liderazgo. A la desesperada, las bazas de Botella y González son presentarse como buenos gestores de la herencia de números rojos recibida.
Desde luego, en el Consistorio actual no quedan muchos pesos pesados para formar una candidatura motivadora: tras la desbandada de concejales encabezada por el ex alcalde Gallardón a puestos en el Gobierno, dimisiones y ceses, quedan los sobreros de la lista y algún concejal veterano pero pocas ambiciones y nula popularidad. Pero «tenemos banquillo de sobra», se consuelan los populares.
Los socialistas, que se han pegado el peor batacazo de su historia, con un 18,94% de los votos en Madrid, andan muy revolucionados pidiendo que el anunciado congreso y primarias anunciado por el dimisionario Rubalcaba sea al revés, esto es, primarias abiertas sin presiones del aparato y luego congreso. De cómo se desarrolle el calendario dependerá qué hacen en Madrid. Jaime Lissavetzky ya ha dicho que se sometería a esas primarias y repetiría candidatura encantado, pero tiene dos problemas: su apoyo fundamental era el cesante Rubalcaba, y con Tomás Gómez las cosas no fluyen. El PSM tiene un problema, y es que están ciegos y sordos al poco aprecio que le tienen a Gómez no sólo entre muchos militantes a los que escabechó para asegurarse la fidelidad de las agrupaciones –Pedro Castro ya ha pedido su cabeza-, sino también entre la ciudadanía. Un nuevo paracaidista de Ferraz caería malamente en la capital, porque los madrileños están un poquito hartos de que los socialistas lancen candidatos a cual menos comprometido con Madrid. Desde Miguel Sebastián, que no llegó ni a tomar posesión de su acta de concejal, y nos dejó en la oposición a aquel gris personaje que se llamaba David Lucas, hasta Trinidad Jiménez, que al menos aguantó un ratito. Pero también hay una corriente de renovadores, Gana Madrid, que lleva meses promoviendo el cambio, con Enrique del Olmo a la cabeza, que propugnaba la alianza de la izquierda y los movimientos sociales. Si consiguen vencer las resistencias del aparato socialista, y convocar primarias abiertas –están recabando firmas-, puede que sea candidato.
Izquierda Unida sigue creciendo, aunque se ha llevado un buen capón con Podemos, que en Madrid les supera en votos: un 11,28 frente al 10,51, dejándolos en quinta posición, por detrás de UPyD. Es lo que tiene la izquierda díscola, que no consigue aunar esfuerzos. Los de IU optaron esta legislatura por echarse a la calle. Intentaron colonizar el 15M y han logrado cierta ósmosis: en las asambleas de los barrios hay mucho militante de IU, y en IU han entrado muchos jóvenes asamblearios. Pero no todo ha salido bien, porque entre esos ciudadanos movilizados e interesados por la política hay muchos que consideran a Izquierda Unida una parte más del sistema que rechazan. Y de ahí ha salido Podemos, restando votos a la coalición. De momento, el que ha sido portavoz de IU en el Ayuntamiento durante dos legislaturas, Ángel Pérez, ha dicho que no repite, que está mayor. La incógnita es quién le va a sustituir, porque en el actual grupo municipal hay dos ediles jóvenes, Jorge García Castaño y Raquel López, con capacidad para ganarse a quienes buscan caras nuevas que no suenen a sistema, aunque todos vienen bregados del movimiento vecinal y las mareas de todos los colores. En IU, en cualquier caso, los votantes siguen a unas siglas más que a un líder.
Y UPyD también sube, incluso supera ligeramente a Izquierda Unida en Madrid con un 10,56%: están bastante mosqueados con Podemos, que les ha quitado parte de la esperada cosecha de votos. Y aquí está el quid de la cuestión: la lideresa de UPyD, Rosa Díez, inclinará probablemente la balanza de los pactos, no habiendo mayorías, y tendrá en su mano formar un gobierno municipal de derechas o de izquierdas. Lo que viene siendo un partido atrapatodo. Y digo la lideresa, porque resulta sorprendente que siendo candidato electo al Parlamento Europeo Sosa Wagner, la que hable en las ruedas de prensa sea ella: un indicio de que no permite que nadie le haga sombra, ni siquiera sus cabezas de lista, a los que pocos ciudadanos serían capaces de nombrar. En los últimos sondeos sólo un 12% de los encuestados sabía quién era David Ortega, portavoz en el Ayuntamiento de Madrid: sorprendentemente, entre sus propios simpatizantes sólo le conoce el 7% Y él querría repetir, ya lo ha anunciado, aunque se sometería a unas primarias entre los militantes de su partido, sin avales por medio.
Pero en el Ayuntamiento de Madrid los magenta no tienen más afinidades que las que da sentarse en el banquillo de la oposición: ni socialistas, ni IU ni el PP ven a los magenta como socios, y el denominador común en formaciones tan poco dadas a coincidencias es tacharlos de demagogos.
Entre los nuevos, Podemos y Ciudadanos ya han dicho que piensan presentarse a las elecciones locales e incluso las generales. Ahora falta que la formación que Pablo Iglesias ha llevado hasta Bruselas tenga candidato, programa y estructura para estar también en Madrid, porque de momento pasa escasamente de un movimiento asambleario heredero del 15M. Apoyo tiene, ha quedado claro, siendo en la capital la tercera fuerza más votada: Podemos tiene el 11,28% de los votos. Serio chaparrón está aguantando Iglesias, a quien ya han bautizado de “radical de izquierdas”, friki y ególatra, entre otras perlas. Curioso que ahora, pasadas las elecciones, haya quien se ponga a diseccionar su programa electoral. Síntoma de que antes ni se habían planteado que un millón doscientos mil españoles les pudieran votar. Así andaba “la casta” de despistada.
Sobre Ciudadanos, pese a que casi consiguen un 5% en Madrid, es difícil pensar que una formación de origen catalán capte muchos votantes en unas elecciones locales y llegue a entrar en el Ayuntamiento. Pero cosas más raras se han visto.
Si sumamos fuerzas por la izquierda, superan el 45% de los votos; por la derecha, si Vox consiguiera representación –en Europa no lo han logrado, pero en Madrid han encontrado su principal granero, con un 3,64% de los sufragios-, podría unirse al PP, que aun así no llegaría al 40%. Los diez puntos de los magenta son la piedra de toque para poner patas arriba Cibeles.
About Maria Tello
Periodista con más de 20 años de experiencia en información política y local de Madrid. Apasionada de la lectura y la historia.