Parece que los empresarios madrileños practican el «virgencita que me quede como estoy». Nada de riesgos ni aventuras, ni cambios de rumbo no sea que las cosas se les tuerzan y pierdan alguna bicoca. Así lo demuestra el resultado de las elecciones en la patronal madrileña, CEIM, en la que ha salido vencedor de nuevo, con un 62% de los votos, Arturo Fernández, frente a los aires renovadores de Hilario Alfaro, que se ha quedado en el 35%.
Visto desde fuera, resulta sorprendente que los empresarios prefieran tener a la cabeza de su patronal a un presidente imputado por el caso de las preferentes de Bankia -aunque él dice que sólo pasaba por aquel consejo de administración por razón de su cargo-, con unos cuantos problemillas por impagos a Hacienda y supuestos salarios en negro, y con una colección de contratos con la Administración pública que suenan, como poco, a trato de favor. Por no hablar de un miembro de la Junta Directiva de CEIM que era su mano derecha, Alfonso Tezanos, y que ha dejado de serlo inmediatamente al ser detenido e imputado por la estafa de los cursos on-line.
No va a quedar más remedio que pensar que el programa electoral de Alfaro, que prometía independencia política -con matices, eso sí, siempre cerca del poder pero no detrás- transparencia y eficacia, contradice los intereses de nuestra clase empresarial. Desde luego si el presidente de la Confederación de Comercio Madrileño, Alfaro, ha sido denigrado por su oponente por ser «tendero» -esto es, tener tres tiendas de moda- parece que el pequeño comercio le debe parecer cosa de poca monta. Fernández debe preferir a las grandes empresas, que son las que en realidad manejan el cotarro.
Pues no está el horno para bollos: la sociedad está en un punto que tiene casi al mismo nivel la palabra banquero con la de empresario, es decir, a la altura del betún. Unos porque nos arrastraron a la quiebra y nos estafaron, y encima piden y se les da más: otros porque parecen estar encantados -incluso insatisfechos- con el nivel de precariedad laboral de los trabajadores alcanzado con la crisis, y se aprovechan todo lo que pueden de las nuevas modalidades de empleo-basura. Por no hablar de que los españoles saben sumar dos y dos y si hay corruptos es porque hay corruptores. A ver si no quién paga comisiones y hace regalos de lujo a cambio de una concesión por aquí, un contrato por allá, una subvención por acullá.
Así que la reelección de Arturo Fernández sólo puede significar que los empresarios madrileños prefieren continuar aferrados a sus mamandurrias en lugar de abrir las ventanas y orear, que es lo que hace falta en España. No sé cuánto de lo prometido por Hilario Alfaro se hubiera hecho realidad, pero menos da una piedra.
About Maria Tello
Periodista con más de 20 años de experiencia en información política y local de Madrid. Apasionada de la lectura y la historia.