La Roja, sin Diego Costa, vuelve a ser la selección descarada y jugona de siempre

No nos volvamos locos. La Roja hizo lo que debía. El festín ante Macedonia entraba dentro de la lógica. Hubiera sido una hecatombe, un insulto no haber metido un saco de goles en el Ciutat de Valencia. Tenemos un grupo muy asequible para Francia 2016. Contamos con tiempo y una buena coartada para engrasar de nuevo la máquina de los sueños, que es nuestra selección. En suelo galo será el momento de la verdad. Frente a rivales de alta cuna. Antes habrá amistosos de alto voltaje frente a Holanda o Alemania. Se fueron futbolistas emblemáticos, pero los que tenemos no son mancos. Los bajitos volvieron a dar la talla. David Silva estuvo imperial. Fue el mago. Koke dio un pasto al frente o Cesc se quitó complejos. Llegó su hora de protagonismo con La Roja. Para completar el cuadrado, Isco, en los minutos que dispuso, aportó atrevimiento. Y que nadie se olvide que hubo tres bajas ante Macedonia: Iniesta, Cazorla y Thiago Alcántara.

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Paco Alcácer abraza a Sergio Ramos

Ante Macedonia hubo minutos de éxtasis. Fútbol de salón. Fragancias de antaño. Juego vertical. Paredes de play station, conexiones de fantasía, Por dentro, por fuera. Circulación exquisita del balón, Con fundamento. Con el 4-1 se siguió buscando el marco contrario en vez de guardar el balón como en tiempos pasados. Eso fue lo que más me gustó del partido. Me quedo con otro detalle. Unos silbidos desde las gradas después de que David Silva, en vez de disparar, buscase el pase de la muerte. Se quiso rizar el rizo. Entendible. La Roja se quiso recrear. Positivo para el grupo. Una goleada para espantar fantasmas y poner el contador en marcha tras el fiasco de Brasil. Hay vida después del fatídico Mundial. Tenemos futbolistas. No hay que venirse arriba tras la manita. Macedonia no es ninguna potencia futbolística. Como tampoco el resto de rivales de nuestro grupo.

Una goleada sin Diego Costa. Aparentemente, nuestra referencia. En los cinco partidos que el delantero, ahora del Chelsea, La Roja ha jugado sin brillo. Ha sido otra. Sin brújula, vagando por el verde sin ver el horizonte. La habían suplantado su identidad.  Sin poso, apelotonada. Vulgar. Sin distinción. Incapaz de crear fútbol, y por tanto ocasiones. Ha optado por un fútbol más directo. Acorde con las características de Diego Costa. La Roja perdió su estilo por querer acoplarse a un futbolista cuando debía ser al revés. Sin Costa, la selección volvió a ser atrevida, descarada, jugona y la dominadora que nos enamoró a nosotros y a todo el planeta futbolístico. La de antes. La que debe volver a ser la de ahora. La de siempre. Sí, no nos volvamos locos. Fue ante una selección del montón, pero significativo haberlo hecho sin nuestro hombre gol, que curiosamente, aún no se ha estrenado. Macedonia de goles en el campo del Levante. Reparto variado. Un defensa, un delantero, un medio defensivo, un media punta y un interior anotaron. La Roja aprobó con nota el test ante Macedonia. Ahora tiene otro. Hacerlo con Diego Costa.

En octubre habrá un plan doble para hacerlo. Eslovaquia y Luxemburgo no esperan. Lo lógico es que el delantero del Chelsea rompa su mal fario con el gol vestido de rojo. No soy sospechoso. Ya mostré mis dudas por la apuesta de Diego Costa como referencia de La Roja. La forma de jugar del hispano brasileño no sintoniza con la selección. A él le va el fútbol de guerrilla, de ida y vuelta que pregonan El Cholo y Mourinho. En estático, y con toques, se pierde. Se descoloca. No tiene presencia. Mahoma deberá ir a la montaña. La aportación del hispano brasileño puede ser una buena fórmula para un ‘plan B’. Como en su momento cuando se apostó por Fernando Llorente. A la selección le va un ‘9’ a imagen y semejanza de David Villa. Paco Alcácer puede serlo. Hay que abrir el melón de nuevo. ¿Jugará la selección con Diego Costa el mismo brillo de antaño? De momento, no lo ha hecho.

About Francisco J. Molina Quirós

Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.

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