La Consejera de Educación, Lucía Figar, pretendía esta semana celebrar con un acto, suponemos que propagandístico, los 10 años de la implantación del bilingüismo en Madrid, pero no se sabe muy bien por qué canceló el evento. Quizá le echó para atrás la posibilidad de enfrentarse con más de uno y más de dos que está bastante escaldados del experimento pro-sajón de la Dame Commander del Imperio Británico promotora del tema, Esperanza Aguirre.
Lo cierto es que desde que en esta década hay bastantes datos para concluir que el modelo bilingüe regional no ha sido el más acertado: dicho en privado por un alto cargo de Educación, “estamos educando analfabetos en dos idiomas”. No contentos con tener cinco leyes de Educación desde 1970 que no han hecho más que empujarnos a los puestos más mediocres de la OCDE según el dichoso informe Pisa, ahora fracasaremos por partida doble. Teníamos una carencia escandalosa de idiomas, desde luego, pero puede que el remedio haya sido peor que la enfermedad.
Porque para que los niños –y los profesores, todo hay que decirlo- puedan entender materias tan importantes como las Ciencias Naturales o Sociales, no digamos ya la Historia o la Biología, en una lengua que no es la suya por mucho que nos empeñemos en decir que son bilingües, se han rebajado los contenidos notablemente. Hablan inglés por los codos –en el mejor de los casos- pero no saben, con 12 años, en qué fecha se descubrió América ni dónde está Sevilla. O no saben cómo se llama el cúbito en español. O escriben mobil con b porque así lo hacen los sajones. Probablemente la mejor fórmula para aprender un idioma sería dar cinco horas de esa lengua semanales, en grupos reducidos y con ayudantes de conversación nativos, en las que se traten las materias transversalmente. Vamos, dar en clase de Conocimiento del Medio o Biología el cuerpo humano en castellano, y meter vocabulario sobre este tema en la correspondiente clase de inglés.
Pero el problema es que nos han vuelto locos con el inglés, y todos los padres quieren llevar a sus hijos a un colegio bilingüe. Como los que no lo son están perdiendo alumnos a chorros y peligra su existencia, pues todos a subirse al carro, aunque no tenga bueyes. Porque además el sistema no es que esté mal planificado, es que no está planificado, directamente: la Comunidad no hizo un plan estratégico para valorar qué porcentaje de centros en inglés era el idóneo –en Europa el bilingüismo no supera el 20% de la oferta-y el curso que viene ya están habilitados el 44% de los colegios de Primaria y el 28% de los institutos. Dejó en manos de los centros pedirlo o no.
Esto genera disfunciones: evidentemente, faltan plazas en Secundaria para los que han cursado Primaria en inglés. Para continuar, los colegios que no han conseguido impartir el modelo bilingüe se están quedando vacíos, mientras otros tienen lista de espera y están masificados. En esta década, la hornada de profesores especialistas de Secundaria y Bachiller con titulación que les permita dar clase en un idioma que no es el suyo no llega para cubrir las necesidades: es frecuente que si uno se pone enfermo o pide un traslado, el centro no encuentre sustituto en meses. Para finalizar, los Alumnos con Necesidades Especiales y los repetidores lo tienen crudo, acaban en la clase de los torpes, marginados en lugar de integrados y desmotivados para avanzar.
Estaría bien que la Consejera de Educación, Lucía Figar, se sentara con todas las partes implicadas para analizar la situación y buscar soluciones, en lugar de huir hacia adelante sin escuchar a quienes más tienen que decir. Y encima, con la Lomce en puertas. Feliz cumpleaños, Consejera (en dos idiomas) Happy birthday, dear Chancellor!
About Maria Tello
Periodista con más de 20 años de experiencia en información política y local de Madrid. Apasionada de la lectura y la historia.
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