El Córdoba regresa 42 años después a Primera división. El Eibar, que fue el campeón, lo hará por primera vez y el Deportivo, tras dos años sin estarlo, son los tres equipos que han ascendido. Emocionante, esperpéntico y cruel lo sucedido en el Estadio de Gran Canaria. Las Palmas se imponía por 1-0 con un gol de Apoño logrado en los primeros minutos del segundo tiempo. El equipo canario pudo haber resuelto el partido y se llegó al minuto 90. El colegiado dio tres minutos más de prolongación y cuando se disputaba el minuto y 29 segundos unos 700 aficionados amarillos que habían dejado sus localidades se concentraron en la pista de atletismo e invadieron el terreno de juego. Quisieron celebrar el ascenso antes de tiempo. José María Sánchez Martínez, trencilla del partido, se vio obligado a suspenderlo.
Tras diez minutos de intensas negociaciones, el partido se reinició. Había que jugar un minuto y medio. Al árbitro se le planteó desde Las Palmas que ese tiempo se jugase al día siguiente. Pero prevaleció el criterio de Sánchez Martínez. Un saque de banda del Córdoba al interior del área provocó el gol del empate, y a la postre el del ascenso. Uli Dávila, jugador mexicano cedido por el Chelsea, empujó a la red un balón muerto tras un rechace de Barbosa a disparo de Raúl Bravo. Éxtasis cordobés. Mazazo canario. De la fiesta amarilla se pasó a una batalla campal. Aparte de agresiones a los jugadores del Córdoba por parte de un minúsculo sector de la afición canaria se produjo un enfrentamiento entre ella. Lanzamiento de botellas, asientos, sillas. Una parte de la hinchada de Las Palmas culpó a ese grupo de haberse quedado sin ascenso por haber invadido el césped. Siempre se dice que el jugador 12 hace ganar muchos partidos, pero en esta ocasión, se metió un gol en propia meta.
En Langreo también se vivieron incidentes. Antes del partido, un grupo de seguidores el equipo asturiano se pelearon con sus homónimos del Mérida. Luego se repitieron en las gradas tras consumarse el ascenso del cuadro local a Segunda B por el gol de Pablo Acebal al transformar un penalti. Lanzamientos de piedras, de asientos, bengalas y cargas policiales. Una pena. El fútbol es aprovechado por un reducido sector de la sociedad para mostrar su grado de disconformidad del día a día a través de la violencia. Son los clubes los que deben tomar medidas drásticas contra ellos una vez que son identificados. Flaco favor les hacen pues manchan el buen nombre del club en cuestión. Prohibirles su asistencia al estadio es lo mínimo. Hay que buscar medidas para que el fútbol no se vea infectado por los violentos.
Toda la secuencia de los incidentes en los dos partidos
About Francisco J. Molina Quirós
Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.