Messi hace campeón al Barça en el césped y en la pizarra

Tridente polaco

Messi, Neymar y Luis Suárez/Foto FC Barcelona

Sí, el Barça se merece haber sido el campeón. Ha sido el más regular. No valen los lamentos merengues. Pese a que en diciembre había quién ya había otorgado el título al Real Madrid y se pedía a los cuatro vientos la renovación de Ancelotti, pero los adelantados en el tiempo vieron como su  teoría del alirón merengue fue quedándose sin argumentos.

Sí, cierto que las lesiones de Modric, Sergio Ramos, James se le juntaron al Madrid en un breve espacio corto de tiempo, pero para solventar esos contratiempos está su entrenador. Ancelotti que no movió un dedo por frenar las salidas de Di María o Xabi Alonso, mantuvo contra viento y marea a Bale como titular, demostró tener poca confianza en su fondo de armario sin importarle lucir siempre el mismo modelito y siguió apostando por sus mejores galas sin medir que su ofuscamiento lo podría pagar en la fase decisiva de la temporada. Cuando llega el momento de jugarse los títulos. Y Carletto pagó cara su apuesta. Sus titulares llegaron quemados, sin gasolina, y los suplentes sin confianza. Para colmo, Modric, la piedra angular de su dibujo, se volvió a romper.   Illarramendi, Lucas Silva y Khedira se frotaron las manos, pues en teoría, uno debía ser el elegido para suplir al croata, pero los tres se quedaron de piedra al ver como un intruso, o sea, Sergio Ramos, les quitaba el puesto en los partidos clave de la temporada.

Otro día hablaré de Carletto. Ahora toca hacerlo del campeón. Un Barça que el 4 de enero tocaba fondo tras perder en Anoeta con Messi y Neymar en el banquillo. Luis Enrique estuvo tocado esa semana. Portadas con quinielas de sustitutos. Las turbulencias llegaron a la zona noble del club. Bartomeu anticipó las elecciones acosado por el fiasco deportivo y los otros goles que le marcaban al Barça en los despachos: sanción de la FIFA y el caso Neymar. Hubo una cabeza que rodó por medio. La de Andoni Zubizarreta, padre de la plantilla del futuro campeón y aspirante al triplete.

Luis Enrique se sintió solo tras el despido de Zubi. El asturiano no había dado con la tecla con su once ideal. En sus bisoñas manos tenía toda una bicoca, pero no paraba de variar alineaciones, colocaba a algunos jugadores en posiciones antinatura y encima su fútbol aburría a las ovejas. No transmitía nada. Encima se filtró su distanciamiento con Messi. Luis Enrique olía a cadáver.

Pero el destino le hizo un guiño. El Madrid inició su caída libre y Messi, que además de gobernar en el césped hizo lo propio en la pizarra. Durante un partido le indicó a Luis Suárez que dejara de moverse por la banda derecha y se pusiera delante de él. Como referencia. El uruguayo le obedeció y el Barça comenzó a carburar. Liderado por un imperial Messi que  se echó al equipo a sus hombros, se hinchó a anotar, recortando la distancia que le sacaba Cristiano Ronaldo, y dando asistencias. El tridente azulgrana comenzó a hacer goles como churros.

Luis Enrique se vio con la fórmula perfecta, y como es lógico, no quiso modificarla. De rebote le llegó y la patentó. Siguió con las mismas dosis e ingredientes.  Lucho’ que se vio en el salón de su casa viendo al Barça se encontró con Messi como  su mejor aliado. El argentino se convirtió de manera casual en un miembro de su cuerpo técnico. Pero aparte de su manita a su entrenador lo que le motivó a Messi fue el grito de marras de Cristiano Ronaldo en la gala del FIFA World Player cuando le retó a volverle a ganar de cara a la próxima edición. Messi comenzó a levitar, driblar, marcar, asistir. A marcar diferencias. Nadie duda de la capacidad y voracidad goleadora de CR7, pero Messi le supera en talento. Su fútbol es más auténtico.

Casi sin darse cuenta, el Barça dio caza al Madrid, le superó y el título de Liga ya dependía absolutamente de Messi y compañía con un fútbol, dominado por el contragolpe aprovechando la velocidad y compenetración de su tridente  dominó la Liga doméstica y la continental. Unos diezmados PSG y Bayern pasaron por la guillotina azulgrana. El Madrid esperaba en la final, pero la Juventus se coló de rondón y privó al Barça de medirse a su rival favorito. Fiasco culé. Los blancos, a priori, eran mejor rival en Berlín. Yo no me fiaría de los italianos. Pero, el Barça cuenta con ventaja. Tiene a Messi. Como jugador… y entrenador.

About Francisco J. Molina Quirós

Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.

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