Otro año más se empecinan en adelantarnos las Navidades. Desde hace dos semanas, las grandes superficies ya han buscado un sitio preferente para los dulces, los adornos navideños y los juguetes. Desde allí se marcan las pautas, se pone fecha de inicio y de finalización. Las Navidades son una campaña más. Como la es la del verano, el Día del Padre, de la Madre, de San Valentín, de Halloween. Y nosotros, desde la perspectiva del rebaño, lo tomamos con naturalidad. Asumimos el papel de sujeto pasivo.
No nos dan tregua. Nos imponen tendencias. Nos marcan el calendario. . Es el peaje que nos toca pagar por vivir en este tiempo. Acaban los chavales el colegio en verano, y pocos días después, ya nos están colocando carteles con la reserva de libros. Promociones, descuentos. La guerra por asegurarse al cliente. No te dejan disfrutar. No te dan un respiro. Cada cosa tiene su tiempo. La Navidad tiene su fecha, pero se empeñan en que cada vez llegue antes. Sí, desde el verano. Desde julio. Aprovechando el tiempo estival de las vacaciones y los habituales desplazamientos por la piel de Toro. El sorteo de Navidad es el mejor reclamo. Con carteles y cuñas radiofónicas. Machacón mensaje: “¿Y si toca aquí?”. Se juega con el sueño de todos los españolitos de ser millonarios con El Gordo. Es el chantaje emocional que se nos hace. Como mucho, las familias se tienen que apretar el cinturón y solo pueden ir a un lugar para descansar en verano. Eso es lo que nos salva, pues como fuéramos a más de uno nos acompañaría el síndrome del “si toca aquí”, por lo que de manera consciente empeñaríamos gran parte del presupuesto de las vacaciones para adquirir los susodichos décimos de lotería.
Desde octubre ya está instalada la Navidad. Se abre la veda al consumismo. Se da pistoletazo a la salida en masa de una sociedad que iniciará su particular saqueo para llenar hasta arriba sus carros y guardar largas filas en las cajas. Profesión de alto riesgo el de las cajeras. Imágenes que dan la sensación de que como si se hubiera anunciado el fin del mundo. Prisas, agobio, atascos, multitud. Una manera que nos ha tocado vivir las Navidades en las grandes urbes. Días de intensidad agobiante. Se quiere apurar los últimos días del año y se desea empezar el nuevo con un ritmo galopante. Rutinario comportamiento. La magia de la Navidad desapareció hace muchísimo tiempo. Todos tenemos la culpa. Hemos importado y copiado otros estereotipos. A Los Reyes Magos le acompaña Papa Noel o Santa Claus. Lluvia de regalos que nos hacen perder el valorar las cosas en su justa medida.
Lo dicho. Desde octubre ya se pueden adquirir turrones, polvorones, peladillas. Coman con moderación. Cuando lleguen las Fiestas, quizás estén ya saturados. ¡Ah! Ojo con los madrugadores Reyes Magos. Que afinen con los regalos, pues les veo hacer varios viajes a las grandes superficies para hacer las pertinentes devoluciones. Los chavales, que aún no han sido bombardeados por los anuncios televisivos, pueden cambiar de opinión, aunque eso sí, ya tienen en sus manos algunos de los folletos de los juguetes que ya están en las estanterías e interminables pasillos en los grandes almacenes o superficies. Uno tiembla con todo lo que viene encima.
About Francisco J. Molina Quirós
Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.