A las 12.00 horas del 1 de diciembre, Madrid inaugura una nueva calle: Sanz Brinz. En el barrio de Lucero. Una parte de Cuart de Poblet estará dedicada a un ilustre aragonés, diplomático español que salvó la vida a 5.200 judíos de ser exterminados por los nazis cuando comandó en 1944 la embajada española en Budapest lo que le llevó a ser conocido como ‘el Ángel de Budapest’.
Unos meses antes, Sanz Brinz y Miguel Ángel Muguiro, entonces embajador español en la capital húngara, diseñan el plan para salvar vidas. La estrategia se basó en rescatar un viejo decreto de Primo de Rivera en 1924 que permitía conceder la nacionalidad española a los descendientes de los sefardíes expulsados en 1492 por los Reyes Católicos. Con esta treta lograron salvar la vida a 500 niños que pudieron ser enviados a Tánger.
Los alemanes al enterarse de que esa ley había sido derogada en 1931 por la Segunda República cursaron una protesta a Madrid lo que supuso la marcha de Muguiro y que Sanz Brinz le sustituyera en el cargo. El nuevo embajador perfeccionó el plan para seguir con la salvación de los judíos. Para ello, contó con la ayuda de Giorgio Perlasca, al que le nacionaliza y ficha para la Embajada y con los contactos que establece con otros diplomáticos con los que crean una red clandestina de salvamento.
A través de una jugosa donación de dinero a Adolf Eichmann, gobernador alemán en Budapest, Sanz Brinz logró salvaguardar la seguridad física de los ciudadanos españoles por parte de las SS y obtener visados para los sefardíes. Mientras que los nazis concedieron 200 salvoconductos, Sanz Brinz logró 5.200 que salvaron de ser exterminados en las cámaras de gas.
Sanz Brinz tuvo que alquilar alojamientos para esconder, alimentar y atender a los judíos hasta que tenían el salvador medio de transporte que les llevaran a un país seguro. Para lograr la fuga, Sanz Brinz varió la numeración de cada documento en varias letras del abecedario con lo que se amplió la lista de beneficiados, de los cuales muchos no eran descendientes de sefardíes. La clave estuvo en no superar el número 200.
Spielbeg inmortalizó en 1993 a Oskar Schlinder, un empresario polaco que en Cracovia salvó la vida a 1.100 judíos en Polonia durante el Holocausto alemán, pero la aportación española en esta causa se elevó a 8.000 personas que fueron salvadas por 18 diplomáticos. Entre ellos, Bernardo Rolland y de Miota, cónsul español en París, que en octubre de 1940 logró repatriar a España a 126 judíos en vagones reservados a Falange en los trenes que semanalmente salían desde París. Entre ellos, Daniel Carasso, propietario de Danone.
Mientras, Eduardo Propper y de Callejón entregó 2.000 visados desde el Consulado de Burdeos o José Rojas y Moreno, conde Casa Rojas, bisabuelo de Alberto Ruiz Gallardón, logró con sus contactos salvar la vida a 110 judíos españoles desde la Embajada de Bucarest. También destacó Antonio Zuloaga Dethomas, hijo del pintor Ignacio Zuloaga, que como agregado de prensa en la Embajada en París y Vichy, colaboró con la Resistencia y facilitó la huida a España de un grupo numeroso de judíos franceses, entre ellos René Mayer, que llegó a ser primer ministro francés en 1953.
Sanz Brinz estuvo en Budapest hasta 1946 y posteriormente inició un variado recorrido por el mundo como diplomático: Lima, Berna, Vaticano o Guatemala, Estados Unidos, Holanda, Bélgica, China siendo El Vaticano su último destino en 1976. Cuatro años después falleció.
En 1991, los descendientes de Sanz Brinz recibieron el título de ‘Justo entre las Naciones’ que le concedió el Museo del Holocausto de Yad Vashem de Israel que reconoció su humanitaria acción y su nombre fue inscrito en el Memorial del Holocausto junto a otros nombres: el sueco Raoul Wallenberg, que coincidió con Sanz Brinz en Budapest y que salvó a 40.000 judíos y al alemán Schindler.