Florentino colecciona galácticos y no símbolos por F.J. Molina

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Iker Casillas llora tras un partido con el Real Madrid/Nasir Harawi

Nos quejamos que en el fútbol actual está huérfano de una fidelidad, de amor puro por un escudo, unos colores. Por cada club pasa una lista de futbolistas, cuyo paso es ficticio.  Pasajero. Efímero. Un nexo de unión meramente mercantil.  Supeditado al vaivén de la oferta y la demanda.  Muy pocos jugadores acaban identificándose con una camiseta pese a que prometan un amor eterno tras besarse el escudo el día de su presentación. Un canto al sol. Gesto de cara a la galería, que en muy pocos casos, se consuma.

Nos quejamos de la ausencia de canteranos en los equipos llamados grandes. Una presencia, muchas veces determinada por camadas, generaciones, quintas. En el Barça se ha instalado y alargado una que le ha hecho triunfal. Un modelo que solo puede calcarse apostando por la paciencia.  Dar minutos y continuidad a esos valores que surgen. Pero, que en  el Real Madrid no se hace y se ha cambiado  por una letra. En vez de la ‘n’ se ha puesto la ‘r’. Cartera. Esa es la palabra. Esa fue la apuesta de Florentino Pérez desde su aterrizaje a la presidencia de la Casa Blanca en 2000. Lo de ‘Zidanes y Pavones’ fue una cortina de humo. 1.195 millones de euros invertidos en contrataciones. A golpe de talonario. Así llegaron  Figo, Zidane, Ronaldo, Bechkam, Cristiano Ronaldo, Kaká, Bale y otros jugadores o abonando la cláusula de rescisión como las de Sergio Ramos o Baptista. Muchos de estos fichajes se cerraron casi sonando la campana del cierre de mercado. Pero eso sí, poniendo un pastón, tras semanas y semanas de negociaciones en las que el dirigente merengue fue incapaz de bajar el precio de las operaciones,  pues finalmente tuvo que sacar la estilográfica o pluma  y poner en el talonario los ceros que le pedían.

Vamos, cualquiera con pasta contante y sonante, no hubiera desentonado y habría cerrado esas contrataciones. Ningún mérito, pero ello fue licencia para pelotas y abrazafarolas que no han parado de ensalzar las dotes  negociadoras de alguien que juega con ventaja.  Que tiene dinero en el banco. Mérito es lo de Monchi en el Sevilla que cada temporada ficha a bajo coste para renovar las posteriores marchas millonarias en la plantilla, o Toni Muñoz en el Getafe, que con un presupuesto limitadísimo se las ingenia para conformar un plantel que haga posible el milagro azulón en Primera.

El fin justifica los medios,  pero en el caso de Florentino no se cumple esta máxima. Se ha gastado una talegada de millones para poblar un vestuario con apellidos ilustres, pero para ganar solamente 14 títulos en 12 años. Una cifra ruinosa. Fracaso empresarial de Florentino. Un tiempo en el que el dirigente se ha encaprichado del galáctico de turno, al que ha regalado de entrada sin despeinarse un contrato millonario, pero que ha descuidado a la gente de la casa. Los que siente realmente el escudo. Los que han mamado el sentimiento madridista. Primero, con Del Bosque y Fernando Hierro. Luego, Raúl. Ahora Casillas. Ídolos. Emblemas. Símbolos.

A Florentino le patinan este tipo de futbolistas. Comprometidos. Referencias. Iconos. Fieles.  A Florentino le van los galácticos. Mercenarios. Los que se ponen la camiseta a golpe de talón.   Una política efectista, pero peligrosa. Que hace tender al individualismo. Al egocentrismo. Una constelación de estrellas, apátridas, que necesitan de un líder que tire del carro, que pegue un grito  en un momento dado. Y eso solo lo puede dar alguien que esté comprometido y que ejerza galones  por  fidelidad a unos colores y no al del euro.

El sector del Bernabéu que pitaba a Casillas se ha quedado sin chivo expiatorio. Como también algún germen periodístico.  Se fue el topo, el pesetero.  Se han quedado sin tema de conversación, aunque me temo que mirarán con el rabillo del ojo sus actuaciones en el Oporto. Ante cualquier fallo, tormenta segura de recaditos al guardameta. Más de uno habrá brindado la marcha del capitán. Ahora deberán buscar una nueva víctima. Tendrán que revisar las tesis de Mourinho para encontrarlo.

Florentino deja irse a otro emblema. Otro símbolo. Tranquilos. Llegará un sustituto. Volveremos a ver las dotes brillantes negociadoras del dirigente. Lo arreglará como siempre. Poniendo un pastizal. Imaginación al poder. Nadie le pedirá cuentas. Tiene patente de corso.  Así cualquiera.

Su marcha estaba cantada. Solo había que ponerla una fecha. Casillas debió irse hace un año. Tras levantar la Décima. Pero prefirió prolongar una quimera y alargar una agonía. Como le invitaron a irse, él defendió sus intereses. Normal. Le quedaban dos años de contrato. Y Florentino, una vez, demostró sus grandes dotes negociadoras. O sea, lo arregló como siempre. Pasando por caja. Poniendo tela. El tema de la portería le va a suponer un buen pico. No importa. Hay pasta. De Gea y Kiko Casilla están en la rampa de lanzamiento. Todo es cuestión de pasta. Mientras, Keylor Navas, a la expectativa, espera acontecimientos. Le quedan cinco años de contrato, pero puede seguir los pasos de Casillas si llegan los dos jóvenes cancerberos. El costarricense puede convertirse un año después en un parche de 10 millones. Otra gran operación presidencial.

El madridismo echa humo por la marcha de Casillas. Se han quedado sin su portero. Su capitán. Su líder. Ahora le recordarán,  tirando de videoteca plagada con paradas y manos prodigiosas. Si se hubiera hecho un referéndum entre los socios habría ganado la continuidad del capitán, pero Florentino llevaba tiempo empecinado en abrirle la puerta de emergencia. La de salida. La trasera del Bernabéu. Otro emblema que deja el Real Madrid sin verle acabar vestido de blanco.  Casillas no será el último. Que se aten los machos, Sergio Ramos o Cristiano Ronaldo… ¿Quién será el siguiente?  Continuará…

About Francisco J. Molina Quirós

Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.

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