El Atlético volvió a desquiciar al Real Madrid. Dentro y fuera del césped. En hora y media, el cuadro blanco solo pudo mostrar peligrosidad en las acciones a balón parado. Dos cabezazos de Sergio Ramos y Bale. Dos momentos puntuales. Nada más. El Real Madrid tuvo el balón en propiedad durante el primer cuarto de hora, pero se limitó a sobarlo, controlarlo sin buscar la portería de Oblak. Se vio incapaz de encontrar una vía de penetración en el entramado defensivo que planeó Simeone.
El Atlético, muy metido atrás, agazapado, apostó por conceder el esférico, buscar contras y fiar su pegada en la estrategia, pese a no contar de entrada con Koke y su contrastada precisión en el golpeo de córners y faltas laterales. Además, la tropa del Cholo jugó con inteligencia mirando el reloj. El paso de los minutos traería el lógico desgaste merengue.
De salida, el favoritismo se inclinaba aparentemente del lado visitante. Siete futbolistas, considerados de los menos habituales poblaban la alineación colchonera. En las huestes blancas, Ancelotti realizó cuatro rotaciones y sin Cristiano Ronaldo, pero de medio campo para arriba contaba con su contrastado arsenal. Pero, la fórmula Simeone volvió a funcionar. La segunda unidad no desentonó. Demostró que está para jugar en cualquier momento. Oblak, Jesús Gámez, Lucas Hernández, Giménez, Mario Suárez y Saúl cumplieron con creces y nadie se acordó de los ausentes. Koke, Arda o Mandzukic aguardan en el banquillo.
Unos y otros se sentían a gusto con la dinámica del partido. Los blancos tenían el balón y los rojiblancos no pasaban apuros. Pero llegó el momento en el que la balanza se equilibró y el Atlético se metió de lleno en el partido. Salió de la cueva y comenzó a pisar el campo visitante. Griezmann puso a prueba los reflejos de Keylor Navas. En las filas colchoneras se vio a un voluntarioso y perdido a Fernando Torres, el cual con tres entrenamientos aún no ha cogido los automatismos del juego. Eso se notó en el inicio del partido en el que el delantero no hacía más que caer en fuera de juego. 59 minutos estuvo ‘El Niño’ en el verde. A día de hoy, Torres no está para ser titular. Él lo sabe. Se lo va a tener que currar. Habrá que dar tiempo a que ‘El Profe’ Ortega le ponga como una moto y él coja la onda.
En la segunda parte llegaron los goles rojiblancos. En acciones de estrategia. Penalti infantil de Sergio Ramos a Raúl García que el navarro transformó. Un forcejeo en el que siempre tiene más que perder el defensa que el atacante. La llave del central se vio con nocturnidad y alevosía. Bueno, Clos Gómez lo pitó a instancias de su juez de banda. El trencilla estuvo mal en el apartado disciplinario. En eso sí que se pueden quejar los madridistas. Es cierto que hubo una agresión de Raúl García a Khedira, pero que el navarro salió de rositas y que a James Rodríguez le cosieron a patadas en el primer tiempo como que la entrada de Arbeloa a Gabi fuese muy violenta y se quedara sin mostrarle la roja o a Sergio Ramos que se ganó que le sacaran la segunda amarilla. Giménez, que cada día va a más, cerró la tienda con su cabezazo a la salida de un córner botado por Gabi.
Ancelotti metió más artillería en el campo dando a entrada a Cristiano Ronaldo y Jesé, pero no tuvo ningún efecto secundario. Ni el juego ni en el marcador. El Madrid no chutó entre los tres palos en la segunda parte. Solo una volea intencionada de Bale que salió fuera fue su mejor ocasión. Llegó el pitido final. Tras 14 años de abstinencia, depresión e inferioridad colchonera, la tendencia en los derbis ha cambiado. Tres se llevan disputados en este ejercicio y el Atlético se ha llevado dos y se empató en el otro. Todo desde la llegada del Cholo. El argentino ha dado con la tecla para doblegar al eterno rival, y sobre todo, desquiciarle.
Tras el partido, Marcelo apeló al pelotazo rojiblanco en su juego. James se quejó de la permisividad arbitral con los del Calderón. Sergio Ramos, de los recogepelotas. No sé si fue el mismo que se abrazó con el Cholo para celebrar las dos dianas. Luego, en alguna tertulia se volvió a hablar del juego violento del Atlético. Ante esto, está un árbitro que debe aplicar el reglamento. Simeone y los suyos están encantados con el sentir merengue. Les tienen encabronados. Es una forma que los blancos sientan un respeto por ellos. Como no tienen argumentos futbolísticos buscan otras vías de distracción. Saben que son un incordio para el vecino y que éste no le tiene cogido el truco en sus enfrentamientos. Se pasea ante todos los rivales, pero se le resiste el equipo rojiblanco, el único que tiene la fórmula para frenarle.
Siempre lo dije y me reitero. La apuesta del Cholo es la misma que utilizaba Mourinho en sus duelos contra el Barça. Orden defensivo, concesión de la pelota, trabar el juego del rival y fiarlo todo a la contra apostando por la velocidad de sus futbolistas. Una manera lícita de intentar ganar. Uno se harta del debate entre menottistas y bilardistas. El forofo lo que quiere ante todo es que su equipo gane, y encima al eterno rival, sin importarle si lo hace con filigranas. Si luego lo adereza con ingenio y fantasía, genial.
El Atlético y el Cholo salieron victoriosos. Primero, en la pizarra. Luego, en el verde. La actitud de los rojiblancos fue letal y clave ante la parsimonia y pasividad merengue. Cuando se pierde hay que hacer autocrítica y no buscar excusas amparándose en la actuación arbitral o quejarse de la apuesta del rival. Si antes el Barcelona y su entorno se denominaron aladides del juego bonito, de la excelencia, de toque, ahora el testigo lo ha cogido el Real Madrid y el suyo. Son los cambios de ciclo. Unos lo ven de color blanco o azulgrana, pero cuidado, también está la versión rojiblanca.
About Francisco J. Molina Quirós
Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.