La crisis del Ébola, el ‘caso del medicamento Sovaldi’, el recorte en dependencia (1.108 millones), la exclusión de las mujeres solteras y a las parejas lesbianas en los tratamientos de fertilidad o el copago farmacéutico ya fueron motivos suficientes para que Ana Mato hubiese dejado de ser la ministra de Sanidad.
De hecho, hace mes y medio todos los boletos la daban por fuera del Gobierno tras ser desautorizada por Rajoy al designar a la vicepresidenta Soraya Saénz de Santamaría al frente de un comité especial para gestionar la crisis del Ëbola en la que tomarían parte científicos y expertos.
Toda la oposición y una gran mayoría de la opinión pública fue un clamor al pedir su dimisión, pero Ana Mato aguantó el tipo. Finalmente, no se comerá el turrón. El ‘caso Gürtel’ se la llevó por delante. A Mariano Rajoy se le quitó un peso de encima. El presidente tenía un marrón. A escasas horas de comparecer en el Congreso para hablar de la regeneración democrática y abordar la corrupción no estaba bien visto tener una imputada en el Gobierno. Unas horas ante, el juez Ruz decidió sentarla en el banquillo tras constatar que se lucró gracias a la trama Gürtel. El magistrado entiende que Mato y sus hijos disfrutaron de viajes y regalos por valor de 36.688 euros.
“No quiero, bajo ningún concepto, que mi permanencia pueda ser utilizada para perjudicar al Gobierno, a su presidente ni al Partido Popular”, así explicó su dimisión en un comunicado. Mato será la tercer salida del Ejecutivo tras las salidas de Miguel Ängel Arias Cañete, en el Ministerio de Agricultura en mayo pasado y de Alberto Ruiz Gallardón, en septiembre, en el de Justicia. Soraya Saénz de Santamaría asumirá las funciones de ministra de Sanidad hasta que se nombre al nuevo responsable de la cartera.