4-0 al Olympiacos; una fiesta más rojiblanca, una noche menos en el Calderón por F.J.Molina

Fachada Calderón

Fachada del estadio del Vicente Calderón

El sentimiento rojiblanco está desbordado por la exhibición y goleada al Olympiacos el pasado miércoles. Es natural. Un nuevo triunfo en el Viejo Continente regado con buen fútbol y vibrantes sensaciones. Una fiesta más vivida en la ribera del Manzanares. Un partido más de disfrute, para sacar pecho, para soñar, pero no quiero amargarle la fiesta a la mayoría. Una noche menos en el Vicente Calderón.

Debo ser un sentimental empedernido, que no asume que la vida es cambio o es que me voy haciendo mayor. Por mi DNI así lo parece, pero no por espíritu. Nunca fui partidario de los traslados de los equipos de sus estadios. Verlos derruir.  Poner fin en unos segundos a tantos años de historia, tantas vivencias. Días de gloria y fracaso. Mañanas, tardes y noches de sonrisas o lágrimas. A la cabeza me vienen El Sardinero, Atocha, Sarriá… También campos más modestos. De tierra. Donde uno emuló de pequeño y en el umbral de la adolescencia a sus ídolos. Escenario de sueños rotos. Campos que ya no están y su fisonomía se sustituyó por urbanizaciones de pisos. Hablo del Campo del Gas, por ejemplo. En la calle  Gasómetro. Allí también hubo veladas de boxeo y de conciertos. Como el de Supertramp, a principio de los 80. Lo mismo les pasará ahora y dentro de unos años a los chicos del barrio de las Águilas al no ver ya el Pedro Vives.

Cerca de allí, del antiguo Campo del Gas, a escasos pocos kilómetros, un nuevo estadio dirá adiós. 2017 parece ya la fecha de caducidad. Ayer 26 de noviembre, mientras un numeroso grupo de aficionados y asociaciones se manifestaban a escasos metros, el Pleno del Ayuntamiento de Madrid aprobó el Plan Parcial de Reforma Interior que ordena el ámbito del Vicente Calderón-Mahou que permitirá el derribo del estadio rojiblanco y su traslado a La Peineta. Que también cambiará de nombre. Ya no será el de su mítico presidente que con su gestión salvó a la entidad de la bancarrota, y quien sabe de su desaparición, y puso las piedras del futuro. Una de ellas, su estadio. Todo un modelo para la época. Primer estadio con todo su aforo sentado. Un campo, que además de cambiar de lugar, será sustituido en su denominación por el de una marca comercial. Son los nuevos tiempos. Hay que abrir caminos para no quedarse atrás y encontrar vías de financiación a costa de perder la esencia e identidad. Allianz Arena,  Emirates Stadium. Me suenan más a sucursales de esas entidades que a estadios de fútbol.

Todo en la vida tiene solución, excepto una cosa la muerte, como se suele decir. Es preocupante la tendencia de los directivos de los clubes a tomar la decisión de hacer la mudanza de campo sin contar con sus socios. Se está jugando con el sentimiento del motor y razón de ser de ese club. Está claro, que no se cuentan con los dedos de una mano los clubes que siguen siendo propiedad de los socios, pero a los socios y abonados del resto hay que tenerles en cuenta. Sondearles, saber de sus preferencias, conocer sus inquietudes en una decisión tan trascendental. Seguro que habrá de todo: aperturistas, vanguardistas, La última palabra la tienen los Consejos de Administración, pero en un caso así de ruptura con el pasado, de un traslado y cambio de ubicación del estadio, la masa social se merece ser consultada, escuchada, oída. Y en los guiones nunca entra esa posibilidad de realizar una votación o referéndum.

Por mucho que los dirigentes de turno trataran de convencer a su masa social de las ventajas del cambio de ubicación del estadio siempre me puse en la piel del socio, aficionado y forofo del club afectado. Sí, afectado y un mandado.  Con su cuota mantiene viva la llama de su amor, funcionamiento y razón de ser de su club, pero tristemente, es un mandado y tendrá que hacer lo que le dicten. No tengo conocimientos de arquitectura, pero no sé los inconvenientes que tendrían las obras para una ampliación de un estadio, y de esta manera, ahorrarse la traumática mudanza para algunos. El escenario sería el mismo y reforzado con más calor humano. Mayor inyección de ánimo para sus futbolistas y mayor presión ambiental para los rivales. La hinchada colchonera es muy pasional y tanto ella como los jugadores que estén defendiendo su elástica en 2017 necesitarán un tiempo para adaptarse al nuevo estadio. Que se lo pregunten a los de la Real Sociedad, Español y todos los afectados al cambio de casa.

En el Atlético no han creído conveniente apostar por la ampliación  y han preferido la demolición del Vicente Calderón e irse a La Peineta. Yo soy de los que se le hará raro pasar por allí dentro de unos años y no ver el estadio y sí las dos torres de 36 pisos que se tiene previsto construir en su lugar. Se habrá crecido en vertical.  En teoría se ganará en modernidad u progreso, pero mirándolo desde el punto de vista horizontal, se perderá en historia. En identidad. Una parte de Madrid y de muchos se enterrará. Como en su día ocurrió con el mítico Metropolitano.

No sé si lo habrán contemplado los dirigentes colchoneros o las autoridades municipales, pero se podría, por lo menos, guardar un rincón para el recuerdo. Como existe en los aledaños del Nuevo Sardinero, donde se conserva uno de los córners del mítico viejo Sardinero, casa del Racing. A la memoria de niño me vienen sus gigantescas y llamativas columnas. En el caso del Vicente Caderón podrían hacer algo similar. Guardar algo para la posteridad: un trozo de césped, una portería, uno de los córners, unos asientos, un viejo marcador … Para por lo menos, cuando paseemos por alguno de los parques proyectados, echar  la mirada atrás y recordar con nostalgia que una vez allí hubo un lugar donde pasamos mucho tiempo y se vivieron experiencias únicas.

Hasta que llegue ese momento, al socio, abonado, simpatizante e hincha colchonero le quedan aún muchas horas y días de disfrute en el Vicente Calderón.  Como la pasada noche tras el 4-0 frente al Olympiacos. La mayoría está aún con la resaca de lo vivido ante los griegos. Otros, en cambio, se pondrán sentimentales. Un partido más. Un nuevo triunfo para la colección. Una nueva fiesta. Una nueva inyección para alimentar el sentimiento rojiblanco. Un motivo para seguir soñando, pero también, una noche menos en el Vicente Calderón.

About Francisco J. Molina Quirós

Desde 1988 ligado al periodismo deportivo, pero me encanta escribir sobre lo que me rodea.

Escribir un Comentario